Sarajevo – una ciudad que libros y películas presentan como desgarrada por conflictos interétnicos, destruida, traumatizada y asediada.
Sin embargo esta ciudad muestra que es muy diferente de estas imágenes, ya lo presiento cuando mi avión se acerca: las bellas colinas verdes rodean un lugar que parece ser invadido de luz en este día soleado en que la gente sale para ir a uno de los numerosos cafés y donde las torres puntiagudas de las mezquitas le dan ese toque un poco oriental para ojos occidentales.
Sin embargo, es una ciudad con una historia que transforma las colinas bonitas y verdes en una escena totalmente diferente, cuando se abren los ojos para percibir los numerosos monumentos en las calles, los edificios dañados y cuando se escucha atentamente lo que los anfitriones nos cuentan. Es una ciudad en la cual, a pesar de todo esto, los jóvenes se prepararon durante varios meses para acoger a varios cientos de jóvenes para un fin de semana de oración y compartir, con vistas a una nueva etapa de la peregrinación de confianza a través de la Tierra.
Como llegué unos días de antes pude ayudar en la acogida de los 120 voluntarios que vinieron un día antes para participar en las últimas etapas de la preparación. Había una atmósfera casi festiva que compartimos con una comida simple, con pan, frutas, verduras y un poco de queso. Durante la tarde, un pequeño grupo comenzó a ensayar los cantos. Algunos tienen un encuentro sobre un pasaje bíblico. Otros pintan carteles de acogida o reciben a los recién llegados. Al mediodía y a la tarde, dejamos por un momento el trabajo para ir a la iglesia vecina para rezar juntos. Con los recién llegados el canto se hace cada vez más fuerte, lo mismo que mi dulce espera de los días venideros .
Al día siguiente, mientras que las parroquias acogen a unos 600 participantes, estamos en el estadio olímpico "Skenderija", para tratar de transformar una sala de deporte en un lugar de oración. Quedé fascinada con la transformación de este gimnasio, con la diferencia que pueden hacer un poco de grandes telas naranjas, iconos y velas. Me pregunto si no es esto lo que puedo aprender en esta ciudad: ya tenemos todo lo que necesitamos para preparar algo para los demás, para estar juntos – los dos metros cuadrados para acoger a un joven o las cajas de plástico del café vecino que, después de haber sido cubiertas por telas, se vuelve en un pie de lámpara.
Después de la primera oración común, algunos pasaron la tarde discutiendo profundamente en pequeños grupos. De manera permanente eran también numerosos los que iban al centro de la ciudad para recorrer la parte vieja "Baščaršija" o para tomar un café y hablar. El tiempo magnífico fue un don: la distribución de la comida se hizo delante de Skenderija donde catamos el tradicional "grah", a la puesta del sol, antes de reunirnos de nuevo en el pabellón de oración.
Después del programa del sábado por la mañana en las parroquias de acogida y de la comida y la oración de mediodía a Skenderija, nos separamos para los nueve talleres vespertinos. Su diversidad dieron una nítida imagen de la ciudad: visita a la vida judía, musulmana u ortodoxa de Sarajevo, encuentro con miembros del consejo interreligioso o un coloquio con la directora bosniaca Jasmila Zbanic. Me decidí para ir a visitar la facultad islámica con el fin de aprender más sobre esta religión - la de la mayoría de la población - que celebra actualmente el mes santo del Ramadán.
Aunque la facultad está cerrada habitualmente durante este tiempo, fuimos acogidos calurosamente por un miembro del personal que nos dió una introducción breve sobre el Islam. Después de haber prometido que no habría pregunta tabú y abierto la discusión, el grupo de personas jóvenes y no tan jóvenes no podían interrumpir la marea de preguntas: prácticas sobre el Ramadán y Baïram pero también políticas, sobre el papel de las religiones en los conflictos, sin olvidar las preguntas espirituales.
La voluntad de aprender más sobre esta religión parecía ser profunda; al fin tuvimos que apresurarnos para no fallar a la próxima etapa del programa: vísperas en la antigua iglesia ortodoxa. Pequeña y rápidamente atestada. Qué alegría el ver tantos jóvenes de las diferentes tradiciones cristianas reunirse aquí. Los bellos cantos ortodoxos cantados por un grupo de muchachos y el olor a incienso colman rápidamente el lugar. Cada uno puede unirse al canto en el momento de "Bogoroditse Dievo", el "Dios te salve María" que ya conocemos. Al final de esta oración, después de unas dudas, cada vez más jóvenes aceptan la invitación de venir al centro de la iglesia para recibir un pedazo de pan bendito.Gesto más que significativo en esta ciudad puesto que las diferencias religiosas fueron aquí fuente de tantas penas.
Fue también bello poder acoger a nuestros anfitriones, al cardenal Vinko Puljic y el metropolita Nikolaï, para la oración del atardecer a Skenderija después de esta experiencia de comunidad.
El domingo, después de la liturgia matutina en las parroquias y la comida con las familias de acogida, nos reunimos para una última oración en la iglesia de San Joseph a Marijindvor. Un gran número de jóvenes peregrinos tiene grandes sacos con pic-nics preparados por sus familias de acogida para la vuelta la casa. Todo el mundo ha sido acogido en una familia y algunos dicen que el adiós no fue fácil.
Una vez además, durante la oración, las lecturas de la Biblia y la belleza de los cantos provocan una alegría pura, la de estar simplemente juntos. Y no puedo evitar sentir una cierta tristeza ya que es tiempo de volver a la casa. Pero al mismo tiempo, ¡qué esperanza! ya que cada uno puede sacar provecho de esta experiencia de comunidad que vivimos estos últimos días.
«Sarajevo – una ciudad herida y desgarrada», escribieron el cardenal Puljic y el metropolita Nikolaï en su carta de invitación común para este encuentro. Y continuaban con: «pero igual llena de esperanza y de bondad.» Es exactamente esto que vivimos durante estos días de encuentro y que constituye el desafío que con el que volvemos a nuestros países y nuestras ciudades en nuestra vida cotidiana.