El camino de la felicidad, en el seguimiento de Jesús, consiste en el don de nosotros mismos, día tras día. Por nuestra vida, con una gran sencillez, podemos expresar el amor de Dios.
Jubaraj (Bangladesh)
La palabra “sencillez” evoca la cuestión de mi propia existencia: ¿cómo puede un Dios omnipotente ser tan sencillo como un ser humano? El reflexionar sobre esta cuestión me lleva a mi hogar, Mymensingh, donde he visto lo que significa una vida “sencilla”. Aquí, podemos estar satisfechos con un té sin leche y dos rebanadas de pan. No nos importa cuando durante la comida tenemos a un chico con el torso desnudo sentado a nuestro lado, escrutándonos con sus ojos. Con el espíritu de la sencillez, puedo dar gracias a Dios cuando comparto un plato de arroz o puré de patatas y descubro cómo los seres humanos y los pájaros comparten el alimento.
Por necesaria que sea la ayuda material en ciertas situaciones de emergencia, ésta no es suficiente. Lo que importa es hacer justicia a los despojados. Los cristianos de América Latina nos lo recuerdan: el combate contra la pobreza es un combate por la justicia.
José (Perú)
Cuando ocurre una situación de emergencia normalmente se ayuda económicamente y con mano de obra. Nos contentamos con lo material y no vamos más allá; nos quedamos en la acción de meter las manos a los bolsillos por cumplir. Nos quedamos en la ayuda rápida, en el asistencialismo.
No entendemos o no queremos entender que la ayuda material a personas que sufren de estas situaciones no es más importante que escucharlos y ayudarlos a que desde el estado en que se encuentran, descubran sus riquezas y potencien sus talentos; y que tener compasión es compartir y vivir las alegrías y tristezas del hermano como si fueran nuestras.
Aprendamos a superar el miedo. Todos conocemos ese reflejo de protección que consiste en querer garantizar nuestra seguridad incluso a expensas del bienestar de los demás. Y esto parece acentuarse en nuestra época, en la que aumenta el sentimiento de inseguridad. ¿Cómo no ceder al miedo? ¿No será yendo al encuentro de los demás, incluso de aquellos que aparecen como una amenaza?
Jessica (Nueva Zelanda)
Tras tres meses de vida y trabajo aquí en la Comunidad de Taizé entre personas de muchas nacionalidades y orígenes, he podido experimentar ese miedo a la “diferencia”, pero también la belleza del encuentro con nuevas personas. A menudo mi miedo es a lo desconocido, miedo a no comprender por qué las personas actúan de una cierta forma, intentando clasificar todas las situaciones basándome en lo que yo conozco.
Es más fácil para mí no ir al encuentro del otro y así evitar la posibilidad de sentirme herido o rechazado. No obstante, aún si esto pudiera parecerme una opción más segura y fácil, ¡también es muy solitaria! Salir al encuentro de los demás, intentar comprenderlos, trabajar y vivir con ellos, requiere valor, perseverancia y esfuerzo. Requiere que cambie mi forma de razonar de: "así lo he hecho siempre, así que debe estar bien", a aceptar que hay muchas formas de alcanzar el mismo objetivo. Incluso si la manera de lograr este objetivo es más lenta y más difícil al trabajar con otros, es algo que forma parte de la vida en comunidad y una oportunidad para mí de encontrar y conectar con otras personas en mi entorno.
La inmigración es otro signo de nuestro tiempo. A veces es percibida como un peligro, pero es una realidad ineludible que ya está modelando el porvenir.
Chai-Hoon (Corea del sur)
Desde que nos escolarizan, nuestros padres nos enseñan a comportarnos socialmente y a tener una relación justa con los demás, diciéndonos al mismo tiempo que no frecuentemos a los “chicos malos”. Los padres no nos enseñan muchas veces a relacionarnos con personas de otras religiones o de orígenes étnicos diferentes, o incluso inmigrantes. Intentamos evitar a los que pensamos que son peligrosos y diferentes, incluso si esas ideas no están basadas más que en rumores y en nuestra imaginación. Sin embargo, Jesús no nos enseñó a discriminar a los demás. Necesitamos el valor para alzarnos contra estos argumentos y acoger a nuevas personas en nuestra vida.
Otro signo de nuestro tiempo es la creciente pobreza en el interior de los países ricos, en los que a menudo, el abandono y el aislamiento son las primeras causas de la precariedad.
Rebekah (Estados Unidos)
En mi país hay muchas oportunidades para participar en proyectos para prestar servicios. Participo en uno de estos en San Vicente de Paúl. Ayudo a personas que necesitan artículos para sus hogares o prendas de vestir para ellos o sus hijos. Nos da la oportunidad de oír sus historias, cómo llegaron a la situación en la que se encuentran en ese momento y las lecciones que han aprendido en esta vida. Trabajar con ellos es muy enriquecedor y una experiencia maravillosa. Es una bendición poder participar en este proyecto.