Tahen es un pueblo cerca de Battambang al noroeste de Camboya. El año pasado, un joven de este pueblo estuvo tres meses en Taizé. Durante nuestro viaje a Camboya, quisimos visitarle, a él y a los otros jóvenes del pueblo, y vivir juntos una oración de la tarde. Al llegar nos dimos cuenta rápidamente que era un día muy especial para la gente de Tahen. Todo estaba adornado para una fiesta, muchos llevaban vestimentas tradicionales, había paños de colores colgados a lo largo de las calles del pueblo, la cocina de la parroquia estaba en plena efervescencia, las mesas y las sillas estaban dispuestas para una gran comida. Era el lunes 19 de marzo. Ese día la parroquia católica de Tahen celebraba la fiesta de san José, el patrón de la iglesia. Para nosotros, era algo absolutamente único poder celebrar este día con todos ellos.
Si la parroquia está viva hoy, es también gracias a una mujer valiente. Durante la dictadura de de los jemeres rojos en Camboya, los cristianos fueron perseguidos duramente. Esta mujer rezó con sus hijos y de este modo transmitió la fe, que ha continuado en el pueblo. Actualmente, es muy anciana y no puede ya venir a la iglesia. Para que ella también pudiese participar en la celebración comenzamos la fiesta en su casa con una oración breve.
Durante la celebración, los bailes en los que se visten trajes tradicionales continuaron dentro del templo, e incluso durante el Padrenuestro. Este fue un momento muy especial. Los jóvenes del pueblo bailaron el Padrenuestro, algunos de ellos iban en sillas de ruedas y bailaban también en círculo con los demás. Muchos de ellos eran víctimas de minas, un problema principal en Camboya; cada año, hay unas 300 víctimas de minas. Mientras se bailaba el Padrenuestro, era visible que todos nosotros somos hijos de un mismo Padre, cada uno con sus propios dones y capacidades.
Después de la comida festiva delante de la iglesia, la oración de la tarde comenzó en el interior del templo con los cantos de Taizé. Un pequeño coro sostenía los cantos traducidos al jemer, la lengua oficial de Camboya. Varios grupos de jóvenes de otros lugares habían venido también para la oración, de modo que la iglesia se quedó pequeña. Muchos rezaban en el exterior en el patio cubierto de la iglesia.
De camino, habíamos atravesado primero la vencidad de Kompong Cham, en el pueblo de Chomlak. Allá, la iglesia estaba decorada con frescos sobre la vida de Jesús. Antes de la oración, recordamos esas imágenes ante los jóvenes. Ellas muestran también escenas de la vida cotidiana del país, Jesús y los discípulos aparecen vestidos con la ropa habitual de la gente de Camboya, para que se pueda comprender de forma inmediata que el mensaje de Jesús alcanza a todos y que él quiere transformar la vida de cada uno con su presencia. También había allí algunos jóvenes para quienes el mensaje del Evangelio es realmente nuevo y que se preparan para el bautismo. Los adultos de la parroquia y los jóvenes de otras partes habían sido invitados a la oración. Por el camino recto que atraviesa el pueblo llegaban de todas partes jeeps, microbuses y camionetas cargadas de jóvenes que nos saludaban moviendo la mano y que entraban corriendo alegremente en la iglesia. Esta se abarrotó rápidamente de gente como en Chomlak y muchos jóvenes ocuparon el exterior de la iglesia para rezar con nosotros.
Al sur de Phnom Penh, la capital del país, fuimos a Kampong Som para una oración de la tarde, y al mismo Phnom Penh, a las parroquias de Svay Pak, Champa y Pshar Touch. En todas partes, Fuimos acogidos calurosamente. Los jóvenes habían preparado todo muy bien, y a menudo también habían dispuesto una pequeña orquesta y coro para la velada. También había músicos de la iglesia evangélica.
Durante nuestro viaje nos encontramos con gente de lo más variada: niños y jóvenes que participan activamente en la vida de las comunidades eclesiales, personas discapacitadas y sus amigos, que colaboran para que todos puedan vivir con dignidad y alegría; la anciana de Tahen, y otras muchas personas que siguen viviendo la fe en condiciones difíciles; la gente cuya curiosidad ha sido despertada por el testimonio de los cristianos y que se está preparando para recibir el bautismo y así entrar a formar parte de la comunidad de la Iglesia; y aún muchos otros, que hacen de la Iglesia un lugar de alegría, de esperanza y de comunidad para todos.
Rebosantes y agradecidos por todo aquello, nos alegramos de la visita de los jóvenes camboyanos en el verano a Taizé, donde hablarán, desde luego, de esta alegría y de esta esperanza con muchos otros.