Todos los días, me encuentro muchas personas, especialmente jóvenes. También estoy sorprendido de recordar, de cada ciudad, el rostro de un niño con el que me encontré. ¿Qué podría ser mejor que los rostros de los niños, pensar sobre el futuro de un país y el de las personas y rezar por ellos?
Kharkiv
Dos días antes de mi llegada, la estatua de Lenin en una gran plaza en la ciudad había sido botado. Los estudiantes con los que me encontré aún no podían creerlo. Esa noche, después de la Eucaristía celebrada por el obispo católico y de la procesión detrás de la cruz de la Jornada Mundial de la Juventud a través de la ciudad, hablé con algunas varias personas, incluyendo a un niño de 10 años. ¡Él estaba muy feliz de hablar en francés, usando las pocas palabras que había aprendido en clase! Su deseo de atravesar la barrera del idioma era evidente, él sonrió con alegría. Al partir, él atravesó la habitación una vez más para decir “adiós”. ¡Qué afortunado por crecer con un corazón tan abierto!
Komsomolsk
Me esperaban en el seminario ortodoxo en la Diócesis de Poltava, ubicado en la ciudad Komsomolsk. Allí conocí y hablé por dos horas con los estudiantes, un gran signo de confianza de parte de los profesores. Uno de ellos es un joven casado. El más joven de sus dos hijos, Constantino, tenía solo dos años. Lo que me sorprendió al verlo fue que él no dejaba de sonreírme durante todo el tiempo que estuvimos juntos. A través de este pequeño niño, quien está separado de mí por mucho, es como si hubiera recibido una prueba de que la familia humana es una sola.
Rivne
Después de regresar al oeste del país, me esperaban para un encuentro con estudiantes de la ciudad de Rivne. El profesor que organizó el encuentro me presentó a su familia. Vika, su hija, aún no ha alcanzado la edad para ser parte de los encuentros en Taizé. Con ella, exploré… su libro de historia. Fue emocionante pasar las páginas, especialmente para ver las fotografías, para ver su interés en explicarme tan bien como podía algunos de los eventos del pasado de su país. Mientras me iba, ella tuvo la idea de ofrecerme otro libro de historia, de un año anterior de la escuela.
Lviv
Después de una agenda ocupada en Lviv, la ciudad más grande del oeste, hicimos una invitación a los jóvenes para la oración del atardecer en una iglesia del centro histórico. Antes de la oración, estábamos juntos en la plaza fuera de la iglesia cuando una madre joven apareció. Empezamos a hablar en la banca en frente de la iglesia; ella acababa de participar de la Peregrinación de Confianza en Riga y esperaba algún día ir a Taizé. Traté de hablar con su hijo Taras, pero no fue fácil. Él sufre de autismo. Pero gradualmente, sin hablar, se volvió muy afectivo; pasamos un largo tiempo juntos. Ella me pidió rezar por su familia y por su hijo en particular. Durante toda la oración, yo tendría su rostro en mi mente.
Ivano-Frankivsk
Llegué a Ivano-Frankivsk en un día especial sin haberlo planeado con anticipación. Una oración y un concierto en memoria de un hombre joven de la ciudad, Roman Huryk, quien murió el 20 de febrero después de recibir un disparo de un francotirador, fue planeado. A principios de octubre, habría cumplido 20 años. Su familia invitó a parientes de otras víctimas de la represión a visitar su ciudad para juntarse y recordar sus parientes o niños perdidos.
Repentinamente el abuelo de Roman, Pan Miroslav, se presentó conmigo. Pudimos conocernos el uno al otro: él está involucrado en su parroquia; no sin emoción compartimos la vida y muerte de su nieto. A su vez, él me presentó a la madre y dos hermanas pequeñas de Roman. Por medio de este encuentro, las noticias y ecos que recibí durante el pasado invierno de repente se volvieron muy concretas, encarnadas en el dolor y la esperanza de una familia.
Pensando en Ucrania, escuchando las noticias de ese país, ahora mantengo estos rostros en mi mente. Ellos me alientan a pensar que un futuro de paz y reconciliación es posible y necesario.