¡Ante la llegada de los emigrantes, superemos el miedo!
El encuentro de Riga organizado por la Comunidad de Taizé al final de diciembre de 2016 reunió jóvenes de toda Europa¹. Viniendo tanto de países miembros de la Unión Europea como de países que no pertenecen a ella, han tenido una experiencia de fraternidad capaz de unir a gentes de todo el continente.
Este encuentro nórdico también ha permitido a los jóvenes de otras regiones descubrir el rostro báltico de Europa, una de las facetas de la bella diversidad de sus pueblos, cada uno con su historia, sus tradiciones, sus particularidades.
Un futuro de paz necesita que los europeos ensanchen su conciencia para hacer crecer una solidaridad entre los países que constituyen el continente. Multiplicar los contactos, los intercambios y la colaboración es fundamental.
La construcción de la unidad del continente no puede realizarse si no se instaura un mayor diálogo y escucha entre los países: los de la Unión Europea y los otros, los de la Europa Occidental y los de la Europa Central y Oriental, los del Norte y los del Sur. Cada país, pequeño o grande, debe poder hacer escuchar su voz, con su especificidad. Esforzarse para comprender desde dentro la conciencia de los otros es una condición para que las actitudes a veces discordantes sean mejor comprendidas y no se susciten reacciones motivadas sólo por la emoción.
¿Podrán los europeos descubrir que sus raíces comunes son mucho más profundas que sus divergencias?
Europa desarrolló un impulso de reconciliación después de la Segunda Guerra Mundial. Hubo, tras la caída del Muro de Berlín, un nuevo período de búsqueda de unidad. Muchos jóvenes creen que Europa sólo podrá seguir construyéndose si profundiza en este ideal de fraternidad. Aspiran a una Europa no solamente unida al interior de sí misma, sino abierta a otros continentes y solidaria con los pueblos que atraviesan grandes pruebas.
A través del mundo, mujeres, hombres y niños son obligados a alejarse de su tierra. Su sufrimiento les impulsa a marchar. Esta motivación es más fuerte que todas las barreras erigidas para bloquear su camino. Las manifestaciones de inquietud en las regiones ricas no desanimarán a los que conocen sufrimientos intolerables a abandonar sus países.
Algunos afirman: “No podemos acoger a todo el mundo”. Otros por el contrario consideran que los movimientos de las poblaciones a las que estamos asistiendo son inevitables pues son resultado de situaciones insoportables. Buscar regular estos movimientos es legítimo y necesario. Abandonar a los refugiados en manos de traficantes humanos y al riesgo de muerte en el Mediterráneo contradice todos los valores humanos.
No es posible eludir la parte de responsabilidad de los países ricos en las heridas de la historia y en los desequilibrios medioambientales que han provocado y provocan inmensas migraciones, desde África, Oriente Medio, América Central, y otras regiones. Aún hoy, algunas opciones políticas y económicas de países ricos crean inestabilidad en otras regiones. Convendría ahora que las sociedades occidentales fueran más allá del miedo al extranjero, a las diferencias culturales, y se pusieran valientemente a delinear el nuevo rostro que las migraciones les están dando ya. Las dificultades ligadas a la llegada de los emigrantes son reales, pero su venida podría ser también una oportunidad para estimular Europa a ser más abierta y solidaria.
Hay lugares en los que el número de los que llegan es tal, que los habitantes están abrumados y fatigados, esto es comprensible: La carga es demasiado pesada para ellos, porque los países europeos no han encontrado aún la manera de asumir juntos esta carga. Pero muchas personas se están ofreciendo generosamente a acoger a los refugiados y están descubriendo que los contactos personales pueden a menudo conducir a una bella fraternidad recíproca.
Nada puede reemplazar a los contactos personales. Esto es notablemente verdad en relación con el islam. Los musulmanes y los cristianos pueden buscar gestos para testimoniar juntos la paz y rechazar juntos la violencia ejercida en nombre de Dios. Francisco de Asís, en su deseo de contribuir a la paz, no dudó en ir al encuentro del Sultán en Egipto hace 800 años. Madre Teresa consagró su vida a los más pobres, fueran de la religión que fueran.
Los países europeos que quieran aislarse no tendrán futuro. Entre los europeos mismos, así como con respecto a los refugiados, la fraternidad es el único camino para preparar la paz.
¹ Del 28 de diciembre de 2016 al 1 de enero de 2017, jóvenes de todo el continente, católicos, ortodoxos y protestantes, han participado en el 39º encuentro europeo animado por la Comunidad de Taizé en Riga, capital de Letonia. El 2 de enero, este encuentro se ha prolongado en Tallin (Estonia) y Vilnius (Lituania). Ha sido una etapa en la “peregrinación de confianza a través de la tierra” sostenida por Taizé desde hace muchos años.