Oración de conclusión
Dios de todos los humanos, te alabamos, tú que nos acoges siempre. Por medio de Cristo Jesús nos reúnes en una hermosa diversidad entre nosotros, en comunión también con nuestros hermanos que actualmente viven en Brasil, Cuba, Senegal, Corea, Bangladesh y con nuestro hermano Jacques hospitalizado.
Como la Virgen María, quisiéramos escuchar tu voz y acoger la vida que nos ofreces, con la confianza de que eres tú mismo el que se nos da.
Cristo Jesús, solo con decir tu nombre ya nos recuerda tu presencia de Resucitado. Nos consuela y nos empuja. En cada etapa de la vida, renuevas nuestra disponibilidad a seguirte, y con alegría y sencillez vamos de comienzo en comienzo.
Escuchamos tu llamada a no olvidar la hospitalidad. A través de tu Espíritu Santo, nos concedes poder ponerla en práctica. De ti, Cristo, recibimos este impulso del corazón que crea en nosotros una actitud de hospitalidad. Gracias por esta experiencia que podemos hacer: acogiendo al otro recibimos más de lo que damos. Tu amor nos hace libres, libres para acercarnos al otro con nuestra vulnerabilidad, sin miedo. Tú, manso y humilde de corazón, danos el coraje de la humildad, de saber que nos necesitamos los unos a los otros.
En este consejo, en estos días vividos juntos, has renovado la bondad entre nosotros, este don que es una perla preciosa. Que esta bondad crezca entre nosotros, que también crezca en toda tu Iglesia para que los cristianos puedan avanzar cada vez más hacia la reconciliación y la unidad.
Cuando la Iglesia irradia tu bondad, transmite el Evangelio, cumple su misión, es un reflejo de bondad para los más pobres, los excluidos, los migrantes, un reflejo de bondad para la creación. Haznos estar atentos a aquellos que no encuentran su lugar en su Iglesia local.
A través de nuestra vida de comunión, nos invitas a ser un signo de tu presencia, especialmente con los jóvenes que nos confías. En un momento en el que "cada uno por si mismo" crece a todos los niveles, quisiéramos estar unidos a una corriente más profunda que corre a través de la humanidad, una sed de amistad y de generosidad.
Por medio del Espíritu Santo, estás constantemente trabajando en el mundo. En agradecimiento por tu amor que nunca acaba, ¡que nuestra vida cante tu alabanza! ¡En Taizé y en nuestras fraternidades en los diversos continentes, que seamos testigos de la belleza de la vida!
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