Nació el 15 de abril de 1929, el mayor de un hermano y una hermana. Creció en el Jura suizo, en La Chaux-de-Fonds, hasta 1944, año en que la familia se trasladó a Lausana, donde realizó todos sus estudios teológicos, salvo un semestre en Basilea para seguir los cursos del gran teólogo Karl Barth.
En 1953, según la costumbre de la época de que los hermanos recibieran una vocación pastoral antes de entrar en la comunidad, el hermano Pierre-Yves fue a hacer un período de formación en la parroquia de Aigle, en el cantón de Vaud, y luego, en 1955, a Neuchâtel, donde fue consagrado párroco en 1956.
Con otros dos hermanos, ejerció el ministerio pastoral durante algunos años en una parroquia de la Iglesia luterana de la región de Montbéliard, al tiempo que desarrollaba su vocación de teólogo ecuménico: participó en el Groupe des Dombes, colaboró en las investigaciones teológicas del Consejo Ecuménico de Ginebra, preparó publicaciones especialmente sobre "La unidad de los creyentes en el cielo y en la tierra", "Cristo nuestra recompensa", "El sacrificio eucarístico entre los teólogos reformados franceses del siglo XVII"...
La expansión de la acogida en Taizé propició su regreso a la colina, donde se encargó, en particular, de animar los encuentros de parejas. A partir de entonces, y durante décadas, dedicó gran parte de su ministerio a apoyar la vida espiritual y el compromiso ecuménico de parejas de diversos países, incluidos muchos hogares mixtos católico-protestantes.
Entre sus publicaciones destacan "La oración en el corazón de la vida", "El aliento de la esperanza, elementos de vida cristiana", y sobre todo se dedicó al estudio y traducción de las obras de San Bernardo y otros padres cistercienses del siglo XII, de los que llegó a ser un reconocido especialista. Durante años, le gustaba pasar las pocas semanas de Cuaresma en el monasterio de Tamié. Respondía con gusto a las invitaciones de las comunidades religiosas que deseaban que dirigiera un retiro.
Además de sus dones intelectuales y pastorales, cabe mencionar que era músico y casi hasta el final de su vida tocó regularmente el violonchelo. En la confluencia de su amor por la música y su pasión por la vida litúrgica, escribió el texto de numerosos himnos, cantados sobre todo en la familia monástica.