Una de las cosas muy bonitas de Bangladesh es que a la gente le gusta mucho cantar. Recientemente hice de nuevo la experiencia (como, de hecho, miles de veces)... En los distintos pueblos donde he ido a hacer visitas estos últimos días con dos compañeros de viaje, cantamos mucho: o en Bengalí, o en lengua Garo, o - con algunos jóvenes más educados - en inglés.
El objetivo de nuestro viaje era de ir en nuestra región a visitar pueblos cristianos remotos dónde nunca antes nadie había ido, al menos durante los casi 20 años que vivo en Mymensingh. Al principio viajamos en autobús; a continuación recorrimos distancias bastante considerables en bicicleta. Por todas partes sobre nuestra carretera uno se encuentra con mucha gente. ¡Bangladesh es el país más densamente del mundo, con a más de 1000 personas por km2! Es un país muy bonito e increíblemente verde, como un inmenso jardín. Apenas el arroz se corta ya se están preparando las tierras para plantar o sembrar de nuevo...
En los pueblos la recepción fue calurosa. Mucha gente vino a vernos; deseaban hablar con nosotros. A continuación fuimos a visitar a las familias en sus casas. Algunos niños no nos dejaban partir. Su espontaneidad, sus caras sonriendo eran tan bonitas de ver.
Una familia que visitamos tenía seis niños, todos menos de 12 años. La abuela estaba prácticamente ciega; al no tener el dinero necesario para tratamientos médicos, poco a poco fue perdiendo la vista. Los niños eran muy vivaces, simpáticos. Resmi, una de las muchachas de 6 años, me dice: "Hermano, me voy contigo." Trabajaré para ti. Me dará a comer. Aquí, a menudo, como una sola vez al día y cuando tengo hambre, mi estómago hace mucho ruido."
En uno de los pueblos, Kumira, la iglesia estaba repleta para la oración de la noche. La gente presente eran cristianos originarios de cuatro confesiones diferentes. Tras la oración, todo el mundo permaneció sentado en la iglesia para una introducción bíblica, seguido de un momento de debate en grupos. Hubo tres grupos: uno para los adultos y las personas mayores, otro para los jóvenes, y uno para los niños. Los niños - una veintena - no tenían mucho la habitud de discutir, pero se quedaron muy felices de poder cantar y rezar juntos. La mañana, de nuevo mucha gente vino a rezar con nosotros.
Por todas partes por donde pasamos, se nos invitó a que nos alojemos en familias. Como siempre, uno se queda maravillado por el don de la alegría que tienen los Garos. Sus caras expresan a menudo el buen humor, y además les gusta reír.
Una noche nos alojamos en una familia en un pueblo que sólo contaba con 8 familias cristianas. ¡Qué simpáticos! Como la casa era bastante grande, tuvimos allí una oración muy bella que reunió a todas las familias cristianas del pueblo. Dos otras pequeñas aldeas también contaban con sólo algunas familias cristianas. Las otras son musulmanas o hindúes. En cuanto llegamos, muchas mujeres musulmanas vinieron hacia nosotros con sus niños. Les interesa mucho hablar con nosotros. Este hecho puso de manifiesto que las relaciones en este pueblo entre los cristianos y los musulmanes son buenas; en efecto porque en general las mujeres musulmanas se ocultan cuando hombres extranjeros aparecen. Como las casas de las familias cristianas de este pueblo eran muy pequeñas, rezamos afuera, sentados en el suelo. Las mujeres musulmanas permanecieron, observaban, llenas de respeto hacía nuestra oración.
Por todas partes a través de las distintas visitas en estos pueblos se podía sentir una fe muy simple. La gente vive tan lejos de todo que no pueden acercarse con regularidad a una iglesia. Fue una alegría tan grande para ellos poder acogernos. No teníamos necesidad de explicar el objetivo de nuestra visita. Para ellos estaba claro: habíamos venido a para compartir nuestra fe con ellos, para rezar y cantar a Dios juntos.