A finales de enero, dos hermanos de la Comunidad estuvieron en los funerales del arzobispo de Atenas y toda Grecia, Monseñor Christodoulos. Había conocido muy bien al hermano Roger y seguía atentamente lo que ocurría en Taizé. A principios de abril, uno de los hermanos volvió a Grecia para una estancia un poco más larga. Fue recibido por un joven colaborador del nuevo arzobispo, Monseñor Ieronimos, para dialogar sobre las posibilidades de futuros contactos e intercambios con la Iglesia Ortodoxa de Grecia.
Encuentros con jóvenes tuvieron lugar en varias ciudades: Volos, Halandri (Atenas), en la isla de Syros, Salónica y Xanthi. Los intercambios se referían a la vida de la Iglesia en Grecia y en otros países, sobre los encuentros en Taizé y la necesidad de conocerse mejor entre cristianos de distintas tradiciones, sobre la oración, sobre la fe y la duda. También en Grecia la sociedad cambia muy rápidamente y las cuestiones de la fe se plantean de una nueva manera. En la tarde a Halandri fue impresionante constatar cómo jóvenes que creen, acompañados de sus sacerdotes, se preguntan con mucha seriedad, y buscan el diálogo también con los que tienen dificultades o incluso una imposibilidad de creer.
Una noche en Atenas, la Iglesia Católica de San Juan Bautista de Psichiko se llenó para una oración común. Un joven ortodoxo la había preparado: algunos cantos de Taizé y oraciones del oficio ortodoxo de completas, lecturas bíblicas, un tiempo de silencio e intercesiones. Jóvenes y personas más mayores, como el arzobispo católico de Atenas, Monseñor Foskolos, estuvieron allí. Había ortodoxos, católicos y protestantes; griegos, pero también los polacos, italianos, congoleses, afganos… Grecia, en efecto, se convirtió en poco tiempo en un país con muchos inmigrantes.
El viaje concluyó con una oración y un encuentro en Skopje. El camino más rápido para ir del noreste de Grecia a la República de Macedonia pasa al borde del lago Doiran, pero como allí no hay ni autobús ni tren, fue necesario hacer el final de camino a pie. Exactamente en la frontera, en medio de un paisaje de una belleza pacífica al borde del lago, se encuentra una iglesia consagrada a Santos Cirilo y Método. Eran dos Griegos que, en el siglo IX, salieron de Salónica y, como San Pablo que se hizo “todo a todos” (1 corintios 9,22), se volvieron eslavos con el pueblo eslavo al cual llevaron el Evangelio. Pasar lentamente delante de su iglesia, un día precisamente dónde, debido a una circunstancia política, se escuchaban, en los dos países vecinos, palabras hirientes sobre los del otro lado, fue una bonita invitación para meditar sobre su camino. En su tiempo, se atrevieron a superar identidades estereotipadas. Hoy también, el Evangelio nos pide mantenernos con un corazón reconciliado en medio de las frustraciones y tensiones.