Bucarest
La capital de Rumania está situada al sur del país, en Valaquia. El nombre en rumano (Bucureşti) significa « Ciudad de la Alegría », nombrada así por un pastor, fundador legendario de la ciudad. Es una ciudad muy animada. ¡Rumania tiene actualmente en Europa el más fuerte incremento en el número de coches, incluso si en Bucarest, la gente dice que el problema no es tanto la cantidad de coches como falta de caminos…! La ciudad sobrevivió a la tentativa de hacer de ella un escaparate del comunismo.
Incluso con la llegada fulminante de la cultura secular del oeste, queda un gran respeto por la Iglesia, como lo vemos cuando gente se frena para venerar la iglesia delante de la cual pasan. El hermano Alois retomo este tema en una de sus meditaciones en el curso de la visita:
« Debemos hacer frente hoy a un gran desafío. La modernidad acelera el ritmo de vida, modifica profundamente la sociedad y los comportamientos. Las nuevas posibilidades que ella implica son extraordinarias. No se trata de negarlos. Pero un arraigamiento más profundo de nuestra persona es indispensable para que el progreso técnico y económico vaya a la par de más humanidad. ¿Dónde sumergimos nuestras raíces? ¿De qué fuente vivimos? Aquí estamos reunidos para ir a esa fuente. Ella está en una comunión personal con Cristo Jesús, en una confianza en su amor. »
Numerosos monasterios e iglesias históricas fueron destruidos a causa de los arreglos de la ciudad en los años 80´, pero quedan muchas bellas pequeñas iglesias. Algunas se salvaron al ser desplazadas sobre carriles cerca de 500 m, fuera del alcance de las topadoras que preparaban los terrenos para la construcción de los « Blocks » (grandes edificios) y de la « Casa del Pueblo » reconvertida hoy en el Palacio del Parlamento. Bucarest es la sede del patriarca de la Iglesia ortodoxa rumana. El patriarca Daniel, recientemente elegido, visitó Taizé cuando era joven y enseñaba en Suiza. Durante su visita, el hermano Alois ha sido acogido calurosamente por el Patriarcado lo mismo que por el arzobispo católico romano.
El hermano Roger pudo hacer una breve visita en Bucarest en enero de 1990, durante la cual encontró al padre Galeriu y al Padre Stăniloae, dos sacerdotes ortodoxos que resistieron a la dictadura durante años largos. Este año, los hermanos pudieron regresar a la iglesia del padre Galeriu, San Silvestre, para la celebración de las vísperas ortodoxas que reunió a jóvenes de toda la ciudad.
Tuvimos el sentimiento que esta visita había sido preparada por numerosas personas a lo largo de varios años. El padre Bordasiu, sacerdote actual de la parroquia San Silvestre, había comenzado a enviar grupos de Bucarest a Taizé en 1990. Él se acordaba de las visitas que hermano Grégoire ya hacía en los años 1970. En aquella época, era peligroso y habían debido procurar que su relato de lo que hacía concuerde para la policía. Un sacerdote de edad al Patriarcado nos contó su encuentro con dos hermanos de Taizé, por casualidad en la calle, cuando era estudiante al principio de los años 1980. Estuvieron un poco perdidos, en busca de un monasterio que querían visitar. Él les mostró el camino y, dejándolo, ellos le dieron una cruz paloma de Taizé que conservó hasta la fecha.
Iaşi
Iaşi es la principal ciudad rumana de Moldavia. Más o menos la mitad de la Moldavia histórica forma parte de Rumania, la otra mitad es la República de Moldavia, con algunos territorios en Ucrania. Es un país bellísimo, sus habitantes son amistosos y distendidos. Moldavia fue siempre el corazón espiritual del pueblo rumano. Centenas de millares de personas van a Iaşi cada año en octubre para la peregrinación de la santa Parascève. Los monasterios medievales pintados de la región son célebres en todo el mundo. Tienen una unidad de estilo gótico y bizantino, que subraya que es allí dónde el Oriente encuentra al Occidente, y dónde estas dos partes de la Iglesia son inseparables. Los monjes y las monjas guardaron la fe viva a través de los tiempos de persecución, y hoy, los monasterios están, como antaño, llenos de vida.
Los hermanos fueron acogidos muy calurosamente en Iaşi por el obispo católico ya que el nuevo metropolita ortodoxo no había todavía llegado a la ciudad. Una vigilia de oración animada por los jóvenes de la diócesis tuvo lugar en la catedral. Muchas personas de otras ciudades de Moldavia y un grupo de jóvenes de una de las parroquias ortodoxas de Iaşi, que habían estado en Taizé, también vinieron.
Al día siguiente, los hermanos pudieron visitar a la madre de Luminiţa Solcan, la joven que puso fin trágicamente a la vida hermano Roger en agosto de 2005. Acompañados de un sacerdote que la conoce bien, los hermanos pudieron expresarle su simpatía a esta madre cuya vida ha estado trastornada por lo que le pasó a su hija.
Durante la oración de tarde a la catedral, hermano Alois repitió la oración que dijo en el funeral del hermano Roger. « Dios de bondad, te confiamos a tu perdón a Luminiţa Solcan que, en un acto enfermizo, puso fin a la vida de nuestro hermano Roger. Con Cristo en la cruz te decimos: Padre, perdónale, porque no sabe lo que hizo. Espíritu Santo, rezamos por el pueblo de Rumania y por los jóvenes rumanos tan queridos en Taizé. »
Cluj
Después de haber atravesado en tren los paisajes espectaculares de las montañas de los Cárpatos, los hermanos llegaron finalmente a Cluj, una de las ciudades más grandes y el centro universitario de Transilvania, sumergida en el calor tórrido de un verano muy precoz.
La región tiene una larga historia multicultural, ya que alberga a la vez a rumanos, húngaros, sajones (alemanes), gitanos y más pueblos aún. Sus lazos con la Europa central le dan un sabor diferente al resto de Rumania. Transilvania fue también uno de los primeros territorios en proclamar la libertad de conciencia y de religión. Quienes vienen a Taizé tienen como tradición trabajar juntos en estrecha colaboración con las diferentes confesiones.
El Hermano Alois fue invitado a Cluj por el metropolita ortodoxo Bartolomeu, que acogió a los hermanos y les sorprendió mostrándoles un artículo que había escrito a propósito de Taizé en 1957 en la revista del Patriarcado – la primera persona de Rumania que haya escrito sobre Taizé. Mientras que trabajaba en la Biblioteca patriarcal en Bucarest, tenía acceso a publicaciones del oeste que nadie más fue autorizado a ver.
Todo un fin de semana estuvo previsto a Cluj con jóvenes que venían de toda la Transilvania, otras regiones de Rumania, de Hungría, de Austria y más lejos todavía. El viernes, una oración simple, en una atmósfera muy familiar se efectuó en la Iglesia reformada. Fue allí dónde el joven pastor comenzó a organizar viajes de jóvenes a Taizé a principio de los años 1990. Comenzaron a encontrarse – húngaros y rumanos – y a preparar vigilias de reconciliación, hasta que decidieron que lo importante no era sólo prepararles, sino que de ir también a rezar en otras iglesias; comenzaron así a variar el lugar de la oración.
El sábado hubo talleres: una meditación bíblica de hermano Alois sobre los discípulos de Emaús en la nueva catedral gréco-católica todavía en construcción; una visita en cuatro iglesias históricas de la ciudad; descubrir los iconos con un sacerdote de la ciudad apasionado por el arte sagrado – moderno y antiguo. El padre Bizau les dijo a los jóvenes: « Taizé jugó un papel muy importante en la redescubrimiento de los iconos al oeste, aunque también aquí. Ciertos jóvenes ven la reproducción de un icono auténtico por primera vez en el momento de su estancia en Taizé: La Trinidad de Roublev, el icono copto (egipcio) de Jesús y el Creyente (el Abad Menas), la madre de dios de Vladimir. »
…
La celebración fue bella y emotiva. Las vísperas ortodoxas en la catedral metropolitana fueron seguidas, al final de noche, por una velada de oración con los cantos de Taizé en la vieja iglesia San Miguel en el centro de la ciudad, la iglesia gótica situada más al este de Europa. En una hora, después de fin de la Eucaristía de tarde, la iglesia se transformó por un gran equipo de jóvenes entusiastas que dispusieron iconos y unas velas. Las lecturas fueron leídas por los sacerdotes y los pastores de las diferentes parroquias. Los jóvenes colmaron la iglesia de su canto alegre mientras que rezaban alrededor del icono de la cruz y encendían velas para celebrar a Cristo resucitado que nos une.
En su meditación el hermano Alois intentó animar a todos los que allí estaban:
« ¡En un tiempo en que muchos conocen la tentación del desánimo o del escepticismo, querríamos dejarnos llevar por la dinámica de la resurrección! La resurrección de Cristo es como una luz que alumbra el sentido de nuestra vida y que enciende una esperanza para el mundo. Resucitado, Cristo acompaña a cada ser humano y no deja de buscar nuestra amistad. A todos, se nos concede vivir una amistad con él. No es por nada que él nos dice en el Evangelio: « No los llamo más servidores, los llamo amigos. »
Esta amistad la vivimos también entre nosotros. Cristo nos reúne en una sola comunión, la de la Iglesia. Él nos pone juntos con gente tan diferente que a primera vista habríamos tenido dificultad de escogerles como amigos. Y sin embargo, por Cristo, se crea una amistad más profunda que afinidades espontáneas.
Todos constituimos la Iglesia. Y descubrimos que, juntos « como Iglesia podemos contribuir a que nuestras sociedades encuentren un rostro más humano, que sean marcadas más por la confianza que por la desconfianza. ¡Si nuestras parroquias, nuestros grupos de jóvenes, pudiesen ser ante todo lugares de bondad del corazón y de confianza! Lugares acogedores, donde procuramos sostenernos mutuamente, lugares donde estemos atentos a los más débiles. »