Si hubo jamás un tiempo para orar, es ahora.
Si hubo jamás un lugar abandonado, es Gaza.
« Señor, creador de todos los niños, escucha nuestra oración este día
maldito. Dios al que llamamos Santo, vuelve tu rostro hacia los niños de
Gaza para que puedan conocer tus bendiciones y tu refugio, para que
puedan conocer la luz y el calor allí donde ahora no hay más que
tinieblas y humo, y un frío que corta la piel.
Todopoderoso que haces excepciones a las que llamamos milagros, haz una
excepción con los niños de Gaza. Protégelos de los nuestros y de los
suyos. Cuídalos. Cúralos. Deja que vivan con seguridad. Líbralos del
hambre y del horror, de la furia y del sufrimiento. Líbranos de los
nuestros y de los suyos.
Ayúdales a recuperar su infancia robada y sus derechos de nacimiento,
que son una muestra del cielo.
Oh Señor, recuérdanos al niño Ismael, que es el padre de todos los niños
de Gaza...Como el niño Ismael no tenía agua y fue abandonado,
dándolo por muerto en el desierto de Beer-Sheba,
tan despojado de toda esperanza que su madre no soportaba
verlo morir en la arena.
Recuérdanos que tu eres el Señor de nuestro pariente Ismael, tu eres el que oyó el llanto de Ismael, y envió a su angel para confortarlos, a él y a su madre Agar.
Sé el Señor que estuvo con Ismael desde ese día y lo acompañó todos los días siguientes.
Sé ese Dios, el Todo Misericordioso, que abrió los ojos de Agar y le mostró donde había un pozo de agua,
afin de que le diera de beber a su hijo Ismael y le salvara la vida.
Alá, que nosotros llamamos Elohim, tu que nos das la vida,
que sabes el valor y la fragilidad de nuestras vidas,
envía tus ángeles a estos niños.
Sálvalos, a los niños de este lugar, de Gaza la más hermosa, Gaza la maldita.
En este día en que la ansiedad, la cólera y el duelo que llamamos guerra
atrapan nuestros corazones y los cubren de cicatrices,
te llamamos a tí, Señor, cuyo nombre es paz:
Bendice a estos niños y sálvalos del mal.
Vuelve tu faz hacia ellos, Señor. Muéstrales, como si fuera por primera vez, la luz y la bondad y tu benevolencia que nos confunde.
Míralos, Señor, déjalos ver tu rostro.
Y como si fuera por primera vez, concédeles la paz. »
Bradley Burston, del diario Haaretz.