Una madre de familia de tu país escribió: «Lituania oscila entre la esperanza y el escepticismo.» Junto a ti, que vives en la tierra lituana, quisiera buscar lo que hace inclinar la balanza del lado de la esperanza.
No puedo olvidar, en 1989, la llegada a Taizé de los primeros jóvenes de este país tan querido. Luego de un largo período en el cual estuvimos separados los unos de los otros, una nueva libertad nos ha entusiasmado.
A cada pueblo Dios le confía dones únicos: a ti, la bella simplicidad en la acogida, la fe que persevera y que alimenta la esperanza incluso en las horas más sombrías.
«Dios es amor»: estas palabras de la Escritura (I Juan 4,8) te permiten llegar lejos. En la confianza de este amor encuentras la fuente de la esperanza. No se trata de un optimismo fácil que cierra los ojos a la realidad sino de una esperanza fuerte que suelta su ancla en Dios.
«Dios es amor»: él comprende todo de ti. No tengas miedo; ábrete; intenta comprender al otro. Los cristianos de tu país han sabido siempre que Cristo es misericordia y María «madre de misericordia». Este amor, que es bondad del corazón, puede resplandecer en tu vida.
Estuve en la peregrinación en la «colina de la cruz»: aunque muy humilde, ella es un signo para toda Europa y aún más allá. El misterio de la cruz ha marcado la historia de tu país y ha despertado siempre el valor de vivir de Cristo resucitado.
Hoy son cada vez más a lo que les cuesta creer en la resurrección. Creer en Cristo misericordioso, en su presencia invisible, creer que, por medio del Espíritu Santo, habita en nuestros corazones, es el riesgo al cual te invita el Evangelio. Atrévete a apoyarte en su presencia. Es así que la resurrección de Cristo da un nuevo sentido a tu vida alumbrando una esperanza para el mundo.
El coraje de María Magdalena te estimula. Ella, una mujer sola, se atrevió a ir hacia los demás para decirles lo increíble: «¡Cristo ha resucitado!» Ella supo transmitir con su vida el amor de Dios. (Juan 20, 11-18)
Tú también vive y transmite lo poco que hayas comprendido del Evangelio. Y ocurre algo sorprendente: es al comunicar el misterio de la resurrección de Cristo que lo comprendemos cada vez mejor. Así este misterio se volverá siempre más central en tu existencia.
Con mucho otros estás llamado a construir un porvenir de paz.
Formas parte de esos pueblos capaces de construir puentes: entre la Europa occidental y la oriental, entre la generación del ayer y la del mañana, entre la Lituania de otrora y la que está naciendo.
Sí, tú puedes contribuir a una civilización que esté más marcada por la confianza que por la desconfianza. ¡Sé portador de amistad allí donde vives! ¡Vé hacía los demás! ¡Vé hacia quienes sufren! Lo que cambia el mundo no son tanto las acciones espectaculares sino más bien la perseverancia cotidiana en la bondad humana.
Con mis hermanos a Taizé caminamos en profunda comunión contigo.
hno. Alois
Vilnius, 2 de mayo de 2009