La región de Kibuye
A Kigali, Butare, Kabgayi, Kibuye, Ruhengeri, reencontramos a los que participaron en el encuentro de Nairobi. La llegada de doscientos sesenta ruandeses marcó a los keniatas. Es bueno decírselo y agradecerles por dicha movilización. Mirar juntos la película que vuelve a trazar esta etapa de la peregrinación de confianza permite luego pedirle a cada uno contar lo que más le tocó. La acogida calurosa de las familias, la unidad vivida con los jóvenes de todo tipo de origen, el silencio compartido, en el centro de cada oración común, se repiten en cada intercambio. «No sabíamos quién era de qué país; hasta sin hablar, nos comprendíamos, algunos son tímidos como nosotros cuando se trata de compartir sobre su fe y su vida interior.» «En nuestra parroquia, los jóvenes keniatas nos dieron a cada uno una tarjeta de miembro de su grupo de jóvenes para mostrarnos bien que a partir de este momento formábamos parte». «Sentíamos a la gente vibrar porque compartían lo que estaba en el fondo de su corazón.» Para sostener, a la larga, este impulso los jóvenes de Kigali constituyeron una « fraternidad de la esperanza ». Se encuentran cada tres meses para un momento de oración y de compartir. A Kabgayi, quieren repartirse para poder visitar las veinticinco parroquias rurales y compartir con ellas.
Kibuye estaba lleno de gente que vino a pasar el fin de semana del primero de mayo lejos de la capital. El paisaje es de una belleza que corta la respiración, las pendientes verdosas se zambullen en el espejo cambiante del lago Kivu. Salpicada de islas arboladas, la costa dibuja fiordos que se ramifican en caletas innumerables. Unas barcas hacen el puente entre dos orillas, el "piragüero" clama por los clientes a lo lejos, los pasajeros cantan y tocan el tambor para animar a los remeros. Por la tarde distinguimos una luz rojiza al norte: es la lava del cráter del Nyiragongo que se refleja sobre su penacho de vapor. El drama de la historia también se lee también en el paisaje: laderas enteras están en desuso, las parcelas están todavía abandonadas y las casas de adobe se desmoronan. En esta región, la depuración fue todavía más radical y prolongada que en otra parte.
Entierro de los restos de las 127 victimes del genocidio,
memorila de "Home Saint Jean", Kibuye, 2 de mayo de 2009
El sábado 2 de mayo celebramos con los habitantes y los pastores de todas confesiónes una oración de conmemoración del genocidio... Durante la una hora y media, diversas personas se relevaban para leer las 38 páginas de nombres de víctimas catalogadas: esto representa sin embargo sólo una pequeña parte de las 11 400 víctimas asesinadas en un día en esta sola parroquia. Luego, fue el entierro de los restos de 127 víctimas recientemente exhumadas en las colinas. Hubo oraciones por parte de los representantes de las Iglesias y de la mezquita, testimonios de supervivientes y discursos oficiales de las autoridades: el gobernador, el alcalde y dos diputados venidos de Kigali tomaron la palabra.
El domingo, 3 de mayo, la eucaristía en el campo de Kiziba donde viven 18000 refugiados congoleses de lengua ruandesa que huyen su país desde el 1996. Nos agradecen el hecho que pueden reunirse fraternalmente. El coro de jóvenes despliega todo su virtuosidad. Dejan estallar su orgullo al ser anunciado que estarán encargados de animar la celebración del próximo encuentro diocesano de jóvenes. La marcha de veinte kilómetros que supone cita no los impresiona. Isabel, una monja española, es responsable de doscientos trabajadores sociales.
En el minibus que nos trajo de Kibuye devuelta a Kigali, y que corta los balcones de la línea de divisoria de aguas de los ríos Congo y Nilo distinguimos más de una decena de crestas sucesivas hasta el horizonte. Ocre rojo de la tierra, toques plateados del jóvenes eucaliptos, gama infinita de los verdes que se difuminan en la azulada lejanía. Bajo los bananos se esconden casitas de adobe con tejados de tejas romanas. Solas las orillas parecen reencontrarse en este laberinto de colinas. Cuando el valle se ensancha, dejamos los papiros para cultivar maíz, batata y repollo en el suelo más rico. En cada cruce de un camino de tierra, racimos de bici-taxis esperan a sus clientes. En las entradas de los pueblos, hacia el mercado, es más bien a pie el grueso de la circulación.
Celebración dominical en el campo de Kiziba
Detrás de la cara risueña del país, los sufrimientos del pasado y la dureza de lo cotidiano, los desafíos por cumplir son todavía numerosos. El Dr. Ezéchias Rwabuhihi se consagra a esto desde hace quince años, primero como ministro de Sanidad y Consumo luego como diputado: « Hizo falta un esfuerzo enorme para volver a poner de pie el país. El restablecimiento de la seguridad, la reconstrucción, el desarrollo de las infraestructuras, el funcionamiento de las instituciones son un buen comienzo. No queremos detenernos allí, pero esto nos motiva. Un trabajo considerable de justicia está en vías de cumplirse. La integración regional en la Comunidad de los Estados de la África del este es una perspectiva importante de apertura para nuestros países encerrados demasiado tiempo, dejados sólo frente a ellos mismos. La gran pobreza en la cual vive una gran parte del pueblo queda como el desafío mayor. Todavía tenemos mucho por hacer. »
Si la capital llama la atención por su dinamismo y por el número de las obras de construcción, es verdad que mucha gente conoce también una situación económica difícil: «Estamos a menudo solicitados por madres, o hasta niños solos que buscan alimentos. Al descubrir su situación, su valentía me impresiona. Es el único país de África donde vi a mujeres obreras trepadas en las cumbre de los andamiajes» cuenta una habitante de Kicukiro. En el campo, la superficie media de las parcelas es de una media hectárea, esto no basta siempre para alimentar la decena de bocas de un hogar. La revalorización de los pantanos en el fondo de los valles permite desarrollar allí el cultivo del arroz. Los presos que escogen trabajar, contra una reducción de pena, preparan terrazas en las laderas de colinas; esto va a reducir el lavaje de los suelos y aumentará las superficies cultivables.
vista del campo de Kiziba
Las diaconesas de Rubengera celebran este año los veinticinco años de su fundación. Estas monjas que provienen de diversas Iglesias protestantes se ponen en al servicio de la población local animando proyectos sociales y de desarrollo: orfanatos, visitas a los más pobres y a los aislados, panadería, agro-ganadería, talleres de costura, cartas artesanales en hoja de banano. Asumen una parte del trabajo pastoral a la parroquia y una acogida espiritual.
En la gran sala del centro diocesano de Ruhengeri, el padre Janvier apoya formaciones profesionales para muchachas: en grupo practican la peluqueria unas a otras, otras prefieren las máquinas de coser a pedal o incluso el trabajo de bordado. A unos kilómetros hay un destellante campus nuevo que está orgulloso de presentarnos. Dos mil estudiantes están ya inscritos.
Las Iglesias no se han ahorrado el drama de 1994 y sus consecuencias. Sin embargo la gente las frecuenta más numerosa que nunca. El lenguaje de la liturgia, los cantos, los textos proclamados encuentran una resonancia profunda con su historia. Muchos descubren allí un camino de consuelo y de vida. Las iglesias desbordan, incluso durante la semana. ¡Cuatrocientos sacerdotes han sido ordenados desde el 1994, más que entre 1917, el principio de la misión, y 1994! Actualmente hay doscientos setenta en formación en el gran seminario.
Hay todavía mucho sufrimiento acumulado que no logra expresarse. La luz se hace poco a poco, al ritmo de lenguas que desatan y del duelo que se hace posible luego de cada exhumación de nuevas cuerpos. Asegurarles una sepultura digna a sus allegados es indispensable para poder continuar el propio camino.
Una refugiada
Encontrar una oreja de confianza es precioso. « Podemos ofrecer una escucha atenta. A menudo la persona reconoce: “Es la primera vez que cuento todo esto.” A veces varias entrevistas son necesarias. Incluso si no podemos resolver todos los problemas, escuchar es una etapa muy importante. A partir de esto, un camino puede recomenzar. Encontrar gente que perdió todo y que sin embargo continúa me es de gran estímulo » explica la hermanita Stéphanie. « A fuerza de verlos vivir, comprendo que cada ruandés lleve en él la fuente de una esperanza » confía a Marthe, Hija del corazón de María en Butare.
« Será sólo cuando todo sufrimiento podrá ser dicho que estaremos seguros de estar juntos de verdad. Es esta unidad en la fraternidad que aporta un testimonio auténtico », demuestra Francisco Xavier, responsable de comunidad.
Mientras realizaban prácticas en psiquiatría, estudiantes de psicología clínica de Butare se dieron cuenta del desafío que les espera en el ejercicio de su profesión. Ellos decidieron formar un « Life oriented group » para apoyarse mutuamente a través del compartir las experiencias y la oración.
El padre Inocencio perdió a toda su familia durante el genocidio. Sin embargo fue uno de los primeros en ser ordenados después de los acontecimientos. Hoy es responsable de una parroquia importante en el barrio del aeropuerto. Así como todos los que atravesaron el drama él comienzan por contarnos su experiencia: «Humanamente, no podemos comprender lo que pasó. Creímos que había llegado el fin del mundo. Luego tuvimos un sentimiento muy fuerte de estar abandonados por el mundo entero. Con los años esto se disipa poco a poco cuando nos sentimos escuchados y comprendidos. Algunos han intentado buscar un apaciguamiento, pero en lugar de huir en lo ilusorio, hay que ayudar a la gente a descender hasta la "bodega ", a las profundidades de su corazón, y mirar los que hay, bajo la luz de Cristo, para salir liberados de las trabas. La soledad en el momento de la prueba nos enseñó a contar sólo con nosotros mismos. Antes vivíamos, a menudo, bajo relaciones de dependencia marcadas por un cierto paternalismo. Ahora nos hicimos más adultos. La iglesia de este barrio es la segunda la más grande del país, ha sido construida totalmente gracias a las contribuciones de los fieles. Es la primera vez que esto ocurre, vemos que somos capaces.»
En el transcurso de los encuentros, recogemos relatos de los que no cedieron al miedo o a la violencia loca, y que incluso escondieron, protegieron o alimentaron a sus vecinos, a veces sacrificándose. Hay también los que reencuentran una libertad interior después de un largo progreso y ahora se consagran al servicio de los otros. Cada uno de estos itinerarios atestigua una capacidad del ser humano para librarse del odio, de lo absurdo y de la amargura para dejar revivir el don de sí mismo, más allá de lo imaginable. Hay tesoros que pueden interpelar y animar a otros, cualesquiera que sean su origen y su situación.