Tras las huellas de los migrantes
Pirogues à Saint Louis
Nuestro viaje comienza un domingo soleado, de Dakar dirección la antigua capital senegalesa: San Luis. El camino está salpicado de grandes baobabs y aldeas con casas hechas de barro y paja. Corderos y vacas atraviesan el camino en toda libertad, a la derecha queda el desierto senegalés de Ferlo.
San Luis nos acoge con su puesta de sol. Seremos alojados durante dos días en la comunidad de Espiritanos que se encuentra en el centro mismo de la isla de San Luis, justo enfrente de centenares de cayucos multicolores. Al día siguiente acudimos a la Caritas, el trabajo aquí consiste en sensibilizar las comunidades rurales para darles a entender de los peligros de la migración clandestina, pero también para ayudarles a concertarse y a encontrar juntos soluciones en los pueblos, a buscar medios de supervivencia en su región.
En San Luís nos importa comprender el porqué los jóvenes insisten tanto en irse hacia Europa y sobretodo, si la ciudad hace algo por ellos. Vemos los vastos recursos que explotan y que ofrece la tierra y el mar, pero estos jóvenes parecen cautivados por un más allá. Una mujer del centro de la ciudad parece tener algunas respuestas y un contacto bastante privilegiado con estos jóvenes: “Madame Thioune“, que trabaja desde hace tiempo en una oficina de la administración llamada «Espacio para jóvenes». Si buscamos un signo de esperanza en toda este drama de emigración de jóvenes en cayucos, lo encontramos en esta mujer que irradia una luz que atrae a numerosos jóvenes, pues ella sabe cómo escucharles. Madame Thioune nos hace esperar en la antesala de su oficina durante una buena hora puesto que otros jóvenes ya hacen la cola para consultarla.
Le désert
Madame Thioune, nos confía una historia familiar muy triste relacionada con los “passeurs” de cayucos. Alguien de su familia estuvo implicado en el tráfico clandestino y esto la marcó tanto que tomó la decisión de luchar contra este tipo de migración de manera inteligente. Afirma haber escuchado a jóvenes que parecen estar como poseídos por un algún tipo de espíritu diabólico que les incita a arriesgar su vida en el mar, jóvenes que fracasaron una vez o dos, pero que insisten en intentar de nuevo la travesía hacia Canarias. Esto alimentó en ella su certeza de trabajar duro con estos jóvenes con el fin de devolverles una esperanza pues cada vez más se ven enfocados hacia un paraíso ilusorio europeo.
Dejando atrás San Luís llegamos a la Cruz Roja de Richard Toll, allí encontramos a Mamadou Dia, el presidente de la Cruz Roja de la región del río Senegal. Él nos escucha atentamente y encuentra interesante la idea de facilitar la dirección de P.A.R.I. de Caritas-Dakar a los extranjeros expulsados de Mauritania que ellos mismos conducen normalmente a Dakar. De este modo su trabajo de asistencia puede verse continuado en ciertos casos por medio de la Caritas Dakar. Cuando se les expulsa de Mauritania por la frontera de Rosso, una vez en tierra senegalesa estos inmigrantes están libres, la Cruz Roja les asiste muy brevemente: una ducha, un sandwich y sin tardar son conducidos en autocares a las diferentes regiones del país según su deseo, pero la mayoría prefiere ir a Dakar.
El rio Sénégal en Rosso
Cuando cruzamos la frontera por el río Senegal, aparece ante nosotros Rosso-Mauritania, llamamos a la puerta de la comunidad de Espiritanos de esta región que, de nuevo nos acoge con los brazos abiertos. Su misión aquí protege la primera iglesia de Mauritania; hay sólo cinco iglesias en todo el país. Por lo visto celebraron la última Pascua con tan solo trece cristianos. Uno de los espiritanos que regresa de Dakar con destino Atar, nos invita a viajar con él en su 4x4 hasta Nouakchott. De Rosso a Nouakchott el paisaje pese a ser muy desértico no es aburrido, el suelo cambia colores, diferentes tipos de arena se suceden casi cada 20 kms. La vegetación muy austera. A derecha e izquierda vemos decenas de tiendas pequeñas y grandes desplegadas al borde del camino, aldeas de casas marrones y sus ventanas verde esmeralda, preciosas mezquitas, camellos que atraviesan con toda libertad la carretera y una población antes nómada por vocación ahora se ve sedentaria por la fuerza, instalada al borde de la carretera.
La austeridad de Nouakchott nos sorprende como la falta de ese colorido senegalés en las calles y también en los vestidos de los transeúntes... Estamos inmersos en un caos urbano, mucho tráfico, la gente conduce más bien por instinto, arena y más arena por todas partes y polvo en suspensión que hace la vida difícil a cualquiera, la gente se protege todo el tiempo con su turbante. Nouakchott ve aumentar cada vez más su pobreza y los barrios de chabolas llenos de extranjeros se extienden por las infinitas dunas en los bordes de la ciudad. Una gran parte de la ciudad está situada debajo del nivel del mar. Hay una ausencia total de agua dulce que tiene que ser traída de una reserva acuífera a sesenta de kilómetros.
En Nouakchot somos acogidos unos días en la misión católica. La misión está destinada a los extranjeros ya que los Mauritanos son todos oficialmente musulmanes al 100 %, pero, como lo ellos mismos dicen, el Corán mismo prescribe la tolerancia. Esta misión acoge a Occidentales y sobre todo a africanos procedentes en su mayoría del golfo de Guinea. En este país inmenso hay sólo entre cuatro y cinco mil cristianos, doce sacerdotes y treinta y cinco religiosas.
Orar en el desierto
Los días en Nouakchott se convierten en una verdadera maratón de visitas a las organizaciones que trabajan con inmigrantes, la Caritas y asociaciones de derechos humanos. Las numerosas comunidades cristianas que gravitan alrededor de la parroquia nos ofrecen una idea del gran papel que juega la Iglesia en el seno de esta población. Las actividades hacia los más desfavorecidos son de actualidad: dos hermanas de Betania con dos mujeres francesas de la parroquia acogen los inmigrantes en los locales. Nos sorprende ver que ellas hacen exactamente la misma acogida como nosotros en el P.A.R.I. de Caritas de Dakar.
Continuamos el viaje hacia Nouadhibou, 500 kilómetros de arena sobre una nueva carretera en línea recta bien alquitranada, hacia el norte, apenas hay curvas. El viento sopla fuerte, los camellos se reagrupan en medio de la nada. Pasados los primeros 250 km aparece una estación de servicio Total, un restaurante, una mezquita, un supermercado y los servicios, en diez minutos partimos. El autobús toca el claxon: ¡continuamos!
En Nouadhibou, en los locales de la parroquia la acogida de extranjeros se hace de manera muy singular gracias al carisma del padre Jérôme, natural de Nigeria. Desde hace unos años la llegada de inmigrantes que pasa por la parroquia dinamiza y despierta a esta pequeña comunidad, y muchos jóvenes asumen esta acogida. Aquí se hacen actividades muy concretas: microcrédito, consejos y asistencia legal, visitas a los presos, animación sociocultural, formación y conferencias, grupos de trabajo para mujeres, dispensario, visitas en el hospital, compra de medicinas, sensibilización para la salud, alfabetización, curso de idiomas, de informática, de cocina, jardín de infancia, biblioteca, entierros, etc. Así, el extranjero que llega a Nouadhibou con motivaciones diversas, encuentra en la parroquia en primer lugar: una escucha y después depende de él el saber integrarse en el seno de una actividad que le permitirá una mejor inserción en la ciudad.
Acogida de migrantes en Nouadhibou
En esta ciudad visitamos entre otras organizaciones, la Cruz Roja y la Media luna Roja quienes nos exponen la difícil situación que deben afrontar cada vez que España, desde Islas Canarias o los guardacostas mauritanos interceptan un cayuco en alta mar y los devuelven a Nouhadibou, la mínima asistencia en el centro de retención donde se les encierra antes de ser expulsados a Senegal o Mali, es mediocre.
Es justamente en Nouhadibou, a unos pocos kilómetros de la frontera con Marruecos que se polariza actualmente la salida de cayucos desde Mauritania. Esta ciudad es un verdadero cruce de caminos de migrantes, los que buscan trabajo para instalarse, los que están de paso, los que buscan embarcaciones hacia las islas Canarias, pero también gente que vagabundea sin saber bien qué hacer.
Finalizando nuestro viaje en Nouadhibou constatamos que el gobierno mauritano no se da demasiada prisa para frenar este tipo de emigración clandestina. Cada año este país recibe de Europa una suma muy importante de dinero que debe justificar para hacer frente a gastos ocasionados por: las repatriaciones, el centro de retención y la seguridad costera, pero visto lo visto, nos preguntamos adónde va a parar este dinero... Sobretodo es del interés de unos cuantos que los cayucos sigan circulando sin muchos problemas en alta mar, a cambio de primas no despreciables ofrecidas a los guardacostas por los capitanes de estos cayucos, todo con el fin de poder continuar su trayecto hacia Canarias…
Dejamos atrás Mauritania, volvemos bien cansados de este viaje tan exigente sabiendo que muchos lazos se han creado con varias organizaciones y con la esperanza de retomar la acogida con nuevos inmigrantes y refugiados en el P.A.R.I. de Caritas de Dakar.