En una ciudad del sudoeste del país, los jóvenes se dieron cita durante todo un fin de semana; cada tarde, una oración fue animada con cantos de Taizé. La última tarde los hermanos pudieron participar a este tiempo de oración y al intercambio que siguió. Durante la oración cantábamos en varios idiomas, incluso en ruso y en bielorruso... algo nuevo para los hermanos.
A Minsk, la capital, muchos jóvenes cristianos reflexionan sonbre como asumir responsabilidades en la sociedad y sobre cómo comprometerse en vistas al futuro de su país. En el Instituto de teología se procura colaborar entre cristianos de diferentes confesiones y tender puentes entre ortodoxos y católicos.
Una de las parroquias ortodoxas más grandes de Minsk construye una gran iglesia; los trabajos duraron cerca de quince años. Durante el verano, la liturgia del domingo por la mañana se hizo en medio de la obra; cada semana, aportan el altar y los iconos para crear un lugar de oración entre los ladrillos. Así, se vuelve claro que la construcción de la iglesia no se hace que con piedras pero sobre todo con personas, "piedras vivas" de la Iglesia. A la parroquia, estan ligados un centro social que acoge particularmente a jóvenes con discapacidades y a sus familias, y un lugar de encuentros donde la atmósfera siempre es distendida y alegre.
En la época soviética, cuando casi todas las iglesias fueron cerradas o transformadas en lugares de almacenamiento, la fe se transmitió sobre todo dentro de las familias. Hoy, se pone manifiesto que « la Iglesia es la familia de Dios, esa comunión que nos saca del aislamiento » (Carta de Kenya).
Por primera vez desde hace varios años, grupos de Bielorrusia se preparan a venir, este verano, a la colina de Taizé.