Durante cuatro días, he caminado. Una « peregrinación de confianza sobre la Tierra » que tenía lugar en Oporto Durante cuatro días, he caminado, no hacia un santuario material, sino hacia un santuario espiritual, « hacia las fuentes de la alegría». Los pequeños caminos han sido reemplazados por líneas de metro, los alberges por la casa de la familia Dias en Lavadores, el pic-nic se hizo con la bolsa de comida distribuida en el estadio del Dragon ; pero lo esencial de una peregrinación se mantiene intacto y también vivo cuando utilizo mis botas de caminar que tragan kilometros de asfalto hasta Fatima o Santiago de Compostela; el deseo de caminar hacia la « conciencia, el santuario donde el Hombre está a solas con Dios ».
La peregrinación es un acontecimiento para los que la realizan, para los que se atreven a salir y arriesgarse a fracasar pero también para los que albergan y, en este caso, reciben todavía más. Los miles de jóvenes peregrinos se han unido a las miles de personas que han aceptado abrir sus casas a los extraños. Ellos han compartido más, mucho más, que sus bienes, ellos han compartido sus vidas, sus creencias, sus esperanzas. Fue una peregrinación que cada joven ha hecho al santuario de cada familia. Al santuario de la bondad humana, al santuario de la confianza en Dios y en los demás, sin garantías de que alguna cosa no fuese a ir mal, con la certeza de que ciertas cosas van pasarse.
Pero ¿qué alegría es ésta? ¿Qué locura es ésta que nos motiva ?
Eso que nos motiva, es la dulce certeza de que el amor de Dios da sentido a nuestro trabajo y a nuestra labor, lo que nos motiva, es la posibilidad de hacer sonreir a alguien, lo que nos motiva, es nuestro rostro bañado en lágrimas porque la sonrisa no basta para expresar la alegría y porque la risa es demasiado trivial para algo tan sublime. Eso que nos da la certeza de que, ocurra lo que ocurra, el camino hacia Dios es la simplicidad y que el único sentimiento propio del hombre es el amor en todas sus manifestaciones.
Al igual que en toda peregrinación, permanece en nosotros la marca de los que nos han conmovido a lo largo de nuestro camino y con los que hemos creado vínculos ; permanece en nosotros el deseo de partir de nuevo, seguros que cada llegada, aún cuando ésta esté todavía lejos de la meta, es una especie de rito de paso que nos reafirma en que estamos en la buena dirección, la de Dios.
Nuno Folgado, O Distrito de Portalegre