Bielorrusia, septiembre 2014
Descubrir la fuente de una unidad más allá de las fronterasEn septiembre de 2014, un hermano de Taizé visitó Bielorrusia, después de los encuentros en el verano en Taizé en que varios grupos de ese país fueron parte y antes de los encuentros en Riga y Praga. En este relato de su viaje, él comparte algunas experiencias vividas durante su visita, con las “Propuestas para el 2014” del hermano Alois como guía.
Desde nuestra última visita a Bielorrusia, en la primavera de 2013 para la celebración de la Pascua Ortodoxa, la amistad entre los jóvenes adultos y los líderes de las Iglesias de varios lugares se profundizaron mucho más, gracias al encuentro europeo en Estrasburgo en el cual más de 1000 jóvenes adultos de Bielorrusia participaron, y gracias a los encuentros de verano en Taizé. Desde mi primer día en Bielorrusia este año, experimenté esta “comunidad de amistad”. Durante los encuentros con los jóvenes, les solía decir que venía a visitar a algunos amigos y ellos cuidaban de mi en cada lugar.
En Gomel nos reunimos con los jóvenes en un monasterio ortodoxo. Hablando sobre su reciente estadía en Taizé en agosto, la primera reflexión que nos dieron fue la siguiente: “fuimos capaces de encontrarnos con jóvenes cristianos de otros países y de darnos cuenta cuánto tenemos en común, incluyendo muchas preguntas sobre nuestro diario vivir”. Para mí también, visitándoles en mi turno, fue muy claro en muchos momentos que Cristo es la única fuente de nuestra unidad.
À Minsk, en la primera tarde del viaje, fue una gran alegría ver tantos jóvenes que habían estado en Taizé durante el verano, incluyendo algunos adolescentes, pero también algunos estudiantes ortodoxos de teología quienes vinieron al encuentro para conocer más sobre la comunidad y los encuentros. Cuando fui invitado a encontrarme con jóvenes en una Iglesia católica de Grodno, sentí profundamente que estos jóvenes ya eran parte de un “cálido y acogedor lugar de amistad”. Y para mí, personalmente, como “extranjero”, una de las experiencias más impactantes fue la hospitalidad provista en cada lugar que visité. Durante cada paso de mi viaje, sentía realmente que como personas que amamos a Cristo realmente estábamos unidos.
En muchos lugares, en un punto de nuestra visita, las personas estaban explicándome algunas iniciativas de solidaridad iniciadas por los creyentes cristianos. En una de las más grandes parroquias ortodoxas de Minsk, que envía un grupo de jóvenes a Taizé cada año, por ejemplo realiza un taller dándole trabajo a las personas con problemas de aprendizaje. En Grodno, el sacerdote ortodoxo al que visité la primera vez me contó sobre varios proyectos sociales apoyados por la Iglesia, por ejemplo, proyectos para personas pobres y niños. Estoy agradecido por nuestra conversación, porque fue un nuevo y fructífero contacto; él también me mostró el antiguo e inusual edificio de la Iglesia del siglo 12, Kalozhaskaja Carkva, y la catedral ortodoxa también.
Durante a mi visita a Brest, después de la celebración de la Eucaristía en la parroquia católica, la comunidad local había preparado una oración con cantos de Taizé e invitaron a los feligreses a unirse. Algunos jóvenes de una de las denominaciones protestantes se había unido a la oración. Luego de está oración común, aquellos que iban a cantar y tocar la guitarra y el teclado estuvieron obviamente contentos de haber ayudado a otros a rezar. En Grodno, los jóvenes adulto, en conjunto con algunas personas mayors, tomaron parte del grupo de reflexión. En este grupo, personas de diferentes denominaciones cristianas también se unieron.
En Minsk, fui invitado por la parroquia griega católica para una oración y un encuentro. Uno de los sacerdotes me dijo después que un amigo de él, un sacerdote ortodoxo de otra región, estaba pensando en visitar Taizé o alguno de nuestros encuentros. Yo estaba impresionado por este ejemplo de amistad que traspasan muros confesionales.
Yo creo que esta búsqueda por la unidad cristiana está fuertemente conectada con nuestro deseo de caminar en comunión al lado de los líderes de las Iglesias en los países que visitamos. De esta forma, la audiencia con Pawel Metropolitano de Minsk y Slutsk, Exarca Patriarcal de toda Bielorrusia, fue una gran bendición. Me sentí muy alentado por su cordial acogida en la primera mañana de mi estadía en Minsk. Al día siguiente, también tuve la oportunidad, en Grodno, de encontrarme con el Arzobispo Alexander Knasziewicz, quien es también la cabeza de la Conferencia de Obispos de Bielorrusia. Estos encuentros son para mí la señal de que el Espíritu Santo nos empieza a unir desde ya. Partiendo de Bielorrusia después de estas visitas en varias ciudades, me sentí muy agradecido. En muchos lugares, jóvenes cristianos tomaron pequeños compromisos para permitir que el amor de Dios brille a través de sus vidas. Estaba especialmente feliz de ser acogido, realmente como un peregrino, en varias familias de diferentes denominaciones. Nuestras Iglesias no están en completa comunión, pero ya podemos volvernos juntos a Cristo.
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