Cuando regresamos a Taizé luego de algunos días fuera y encontramos la iglesia llena, como en estos días con motivo de la fiesta de la Ascensión, nosotros los hermanos, nos quedamos admirados.
Con algunos de mis hermanos, hemos estado esta semana en Roma, donde se reunió la asamblea general de Caritas Internacional, con delegados de 138 países del mundo. Nos habían pedido que preparásemos cada día una oración como las que celebramos aquí en Taizé.
También participamos a los momentos de reflexión y de intercambio de la asamblea. Con ellos nos alegramos que el Papa Francisco, nos invita a todos a ser una Iglesia pobre para los pobres. Cuando compartimos, Dios nos da la alegría de vivir.
Cada uno de ellos consagran sus energías, en sus propios países, para expresar una solidaridad con los más pobres. Fue impresionante ver como personas del mundo entero se comprometen de esta forma. Escuchamos testimonios fuertes de Nepal, de Palestina, de Sudán del Sur y de muchos otros países.
Entre las intervenciones que me llamaron la atención fue la de una mujer de Siria, su nombre es Dana. Ella insistía diciendo que la ayuda material es importante en esta situación que aparentemente no tiene salida, pero también subrayaba la importancia de la solidaridad vivida en nuestro corazón.
Tal vez vosotros sabéis que hace una semana hemos lanzado aquí en Taizé una acción de ayudar a un campo de refugiados en Jordania, donde miles de Sirios esperan un futuro. Los que lo deseen pueden apoyar con una donación. Y también enviaremos a dos jóvenes voluntarios a vivir durante un año en este campo para ayudar. Los encuentros de persona a persona son irreemplazables.
No querríamos nunca olvidar que Cristo ha venido para todos los hombres, sin excepción alguna. Él reveló el amor de Dios por los más pequeños, los que no cuentan a los ojos humanos, los pobres, los excluidos, los olvidados. En los pobres Dios nos espera, en su mirada es Dios quien nos mira.
Con los miembros de Caritas, también nos recordamos que todo lo que existe viene de Dios. Él envió el Espíritu Santo al mundo para llenarlo de su aliento. Cuando en la cruz Cristo extendió sus brazos sobre el universo, reunió toda la creación en su amor.
Dios nos confió la creación que, herida por las manos del hombre, aspira a una cura. Quiere que participemos generosamente para salvarla lo que él creó y que se renueve la faz de la tierra.
El domingo pasado, algunos de vosotros habéis llegado a Taizé justo para la oración que celebramos con ocasión del centenario del nacimiento del hermano Roger. Quisimos que la primera de las celebraciones de este año fuese vivida con aquellos que viven en la región alrededor de Taizé, no solamente los jóvenes sino que también las familias, los niños, las personas mayores...
En este mes de mayo, estamos en comunión con los jóvenes que se reúnen también en sus tierras para un momento de alabanza con ocasión de este aniversario. En nuestra página web hay un impresionante mapa del mundo donde aparecen los lugares de estas oraciones en todos los continentes.
Junto con estos momentos de oración, los jóvenes realizan gestos de solidaridad, en el espíritu en que el hermano Roger vivía, nunca separando la búsqueda de Dios y la solidaridad humana.
También aquí, tres posibilidades de solidaridad se han propuesto a las personas de la región: os hablé del campo de refugiados en Jordania, comenzamos también una colecta de medicamentos para el pueblo de Cuba (colecta que se prolongará hasta agosto), y un apoyo más bien local, un encuentro para los niños que tendrá lugar en junio en la aldea vecina.
Termino diciendo unas palabras sobre la fiesta que celebramos estos días. Al momento de la Ascensión. Cristo nos permite comprender que él no nos deja nunca solos, "Yo estoy con vosotros hasta el fin de los tiempos", les dijo a sus discípulos. Su Espíritu Santo permanecerá con nosotros siempre. Y su presencia nos abre a la alegría y al espíritu de la alabanza.
Muchos de vosotros partiréis mañana. Al igual que él envió a sus discípulos, él nos llama a cada uno y cada una de vosotros a comunicar un ministerio de esperanza a nuestro entorno, siendo testigos de solidaridad y de paz.
Dios que reanima siempre de nuevo en nosotros la confianza de que va reunir todos los humanos en una sola familia. ¡ Que esta esperanza del Evangelio se extienda a toda la humanidad !

La Ascensión, vitral del hermano Eric de Taizé