Hermano Alois

2021 Esperar a tiempo y a destiempo

Un mensaje para 2021

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La humanidad avanza gracias a multitud de mujeres y hombres que se entregan sin calcular, incluso en estos tiempos de convulsiones e incertidumbres.

Durante los últimos meses, muchos jóvenes han compartido con nosotros sus
inquietudes acerca del futuro: ¿qué esperanza puede orientarnos? ¿Qué apoyos
fiables hay cuando todo es tan inestable? Y aún más profundamente: ¿Para
qué metas vale la pena vivir? Otras voces se alzan para decir: resistámonos al
desencanto; estemos atentos a los signos de esperanza. (1)

(1) Como una manera de responder a este mensaje para 2021, invitamos a jóvenes de entre 15 y 35 años a ilustrarlo con ejemplos concretos. ¿Qué iniciativas o qué personas son para mí un signo de esperanza? A lo largo de los próximos meses, estas respuestas se publicarán en diversos formatos: texto, videos, podcasts... Escríbenos a solidarity taize.fr

Estar atentos a los signos de esperanza

En la actual situación marcada por la pandemia, asistimos a un avance de la
precariedad en vastas regiones del mundo. Son necesarias decisiones políticas valientes, pero la solidaridad y la amistad social que cada uno podemos vivir son igualmente indispensables. Muchos están dispuestos a ponerse al servicio de otros. Su generosidad nos recuerda que la ayuda mutua abre un camino de futuro.

¡Y son tantos los jóvenes que están invirtiendo sus energías por la salvaguarda
de nuestra casa común que es el planeta! Vemos brotar múltiples iniciativas que, sin aportar todas las respuestas a la emergencia climática, permiten avanzar ya hacia modos de vida más respetuosos con el medio ambiente. (2) Para los que son creyentes, la tierra es un don que Dios nos confía para que cuidemos de ella.

Nos hemos vuelto más conscientes de las estructuras de injusticia, a menudo heredadas de la historia. Y desafortunadamente, no siempre se ha ejercido el poder para servir al bien de todos. Ante tales abusos, la frustración y la ira son comprensibles. ¿Quién tendrá la audacia de ser artesano de justicia y paz, más allá de las divisiones que socavan nuestras sociedades?

(2) En la lucha contra el cambio climático y a favor de la reducción de las emisiones de carbono, ¿sabremos cuestionar nuestras prácticas para cambiar lo que puede cambiarse? Hay comunidades cristianas que participan en este esfuerzo: existen iniciativas ecuménicas, como la red de « Iglesias verdes », en diferentes países del mundo.

Ya en 1989, las Iglesias de Europa reunidas en Basilea hicieron una llamada a «adoptarun estilo de vida que sea lo menos nocivo posible para el medio ambiente: esto significa entre otras cosas la reducción del consumo de energía, el uso de transportes públicos y la limitación de desechos. »

En Taizé, continuamos con nuestros esfuerzos hacia la transición ecológica – para
ayudarnos con esto, todas las propuestas son bienvenidas (www.taize.fr/eco-> [http://www.taize.fr/eco->]).


Vivir la fraternidad

Sí, en medio de las difíciles realidades del período actual, es posible percibir razones para la esperanza, e incluso a veces para esperar contra toda esperanza. Por ello, reunámonos con aquellas y aquellos que han hecho opciones de vida diferentes, con cristianos de otras confesiones, con creyentes de otras religiones, con personas agnósticas o ateas que estén también comprometidas con la fraternidad y el compartir.

La alegría se renueva cuando vivimos la fraternidad, cuando nos acercamos a los más desprovistos: personas sin hogar, ancianas, enfermas, o solas, niños en dificultad, personas con discapacidades, migrantes… Las circunstancias de la vida pueden hacernos a todos vulnerables. Y la pandemia está exponiendo las fragilidades de nuestra humanidad.

Más que nunca, nos necesitamos unos a otros. El papa Francisco nos lo
recuerda con fuerza en su carta encíclica Fratelli tutti : «Nadie se salva solo». Y añade que nadie puede encontrar plenamente su identidad sin una « apertura a lo universal, sin dejarse interpelar por lo que sucede en otras partes, sin dejarse enriquecer por otras culturas o sin solidarizarse con los dramas de los demás pueblos. » (§32 y §146)

En las relaciones tanto entre las personas como entre los pueblos, hagamos todo lo posible para pasar de la competición a la cooperación. Sostengamos los organismos o asociaciones que promueven la cooperación y la solidaridad, tanto a nivel local como nacional e internacional.


Creer – confiar en una presencia

En Taizé, constatamos que los jóvenes, para mantener el rumbo, se cuestionan de una manera nueva sobre su fe en Dios. ¿Qué quiere decir creer en Él? Y, si Dios existe, ¿actúa en la historia, en nuestras vidas?

De cara a estas preguntas, evitemos reducir a Dios a nuestros conceptos. Él sobrepasa infinitamente todo lo que podamos imaginar. Somos buscadores sedientos de amor y de verdad. Dondequiera que nos encontremos en nuestra peregrinación interior, todos avanzamos a menudo a ciegas. Pero, como « peregrinos de confianza », podemos caminar juntos, compartiendo nuestra búsqueda: tanto nuestras preguntas como nuestras convicciones.

« La fe es una confianza muy sencilla en Dios, un impulso de confianza, mil veces retomado en el transcurso de la vida… incluso si en cada uno puede haber también dudas », decía el hermano Roger.

Creer, ¿no es ante todo confiar en una presencia que está, al mismo tiempo, en lo más profundo de nuestro ser y en todo el universo, inasible y aun así tan real? Presencia que no se impone nunca, sino que podemos acoger de nuevo en todo momento, en el silencio, como una respiración. Presencia benévola que está siempre ahí, a pesar de las dudas, incluso cuando tenemos la impresión de que comprendemos muy poco quién es Dios.


Discernir un nuevo horizonte

Una presencia benévola: ¿qué iluminación ofrece el evangelio sobre este misterio?

Jesús vivió de esta presencia benévola hasta el extremo, estaba constantemente
atento a ella. Era para él luz interior, aliento de Dios, inspiración del Espíritu Santo…

Desde lo más profundo del sufrimiento y la soledad absoluta, en el momento de su muerte en la cruz, cuando todo parecía absurdo, él gritó su sentimiento de abandono, pero dirigiéndose aún a Dios: « Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? » Traicionado, torturado, condenado a muerte, en las más profundas tinieblas, él introdujo el amor. Y este amor mostró ser más fuerte que el mal. María Magdalena y luego los apóstoles comunicaron esta noticia inesperada, increíble: está vivo, el amor de Dios ha vencido el odio y la muerte.

Sobrecogidos por esta noticia, los primeros cristianos quedaron conmocionados y daban testimonio de ella: Cristo vive de ahora en adelante junto a Dios. Él llena el universo por el Espíritu Santo y está también presente en cada ser humano. Es solidario con los pobres y les hará justicia, él es la culminación de la historia y de la creación; y nos acogerá después de la muerte en la plenitud de la alegría.

Más allá de la violencia humana, más allá de los desastres medioambientales y de las enfermedades, se abre un nuevo horizonte. ¿Sabremos discernirlo?


Cambiar nuestra mirada

A partir de este horizonte revelado por la resurrección de Cristo, una luz entra en nuestras existencias. Siempre de nuevo, dispersa la tiniebla del miedo, hace brotar una fuente, hace estallar la alegría de la alabanza.

Entonces podemos presentir que, secretamente, como por una atracción misteriosa, Cristo continúa hasta el fin de los tiempos reuniendo en el amor de Dios a toda la humanidad y al universo entero. Y nos asocia a su misión.

Nos asocia a ella juntos, en Iglesia. Esto implica que estemos dispuestos a ensanchar nuestra amistad a todos. Cristo nos pide amar incluso a nuestros enemigos; su paz reconcilia incluso naciones enfrentadas. (3)

(3) En estos difíciles tiempos de pandemia, la Iglesia puede continuar promoviendo la fraternidad dentro de la familia humana. Tres sugerencias entre muchas otras:

- Para humanizar nuestras sociedades, necesitamos una escucha mutua que vaya al
encuentro de los antagonismos y nos enseñe a caminar juntos con nuestras diferencias. La Iglesia está llamada a buscar el diálogo, a salir al encuentro de todos. Quienes viven sin referencia a una comunidad cristiana, ¿estarán dispuestos, también ellos y ellas, a entrar en diálogo con la Iglesia?

- Ante la llegada de tantos migrantes y refugiados, acoger a una persona o a una familia exiliada puede dar un impulso a nuestras parroquias y comunidades. A menudo, personas que no frecuentan la Iglesia están dispuestas a participar en esta acogida. Esta es la experiencia que hemos tenido en Taizé durante los últimos años, al acoger a migrantes de varios países, junto con los habitantes de nuestra región inmediata.

- Ser un lugar de acogida implica estar a la escucha de las personas más vulnerables. Y en muchos sitios, las Iglesias deben hacer progresos para proteger la integridad de
todos. En ocasiones se han desarrollado en su seno estructuras de poder que han
causado sufrimientos físicos, psíquicos y espirituales. En Taizé también, continuamos en este tema con nuestro trabajo por la verdad (www.taize.fr/protection [http://www.taize.fr/protection]).


Dejemos que Cristo renueve nuestra mirada: por él reconocemos más claramente la dignidad de cada ser humano y la belleza de la creación; la esperanza, lejos de ser una confianza ingenua, nace y renace porque está enraizada en Cristo; una alegría serena nos llena y con ella el valor de asumir las responsabilidades que Dios nos confía sobre la tierra.


Con cada uno y cada una que quiera dejarse cuestionar por este mensaje, estoy en comunión por la oración.

Hermano Alois

JCristo Jesús, te alabamos por tu bondad y sencillez. Es por tu humildad, que la luz de Dios brilló a través de toda tu vida. Esta luz brilla hoy en nuestros corazones. Ella puede curar nuestras heridas e incluso transformar nuestras fragilidades e incertidumbres en manantiales de vida, en energía creativa, en el don de la confianza. Al iluminarnos con esta luz de Dios, nos concedes esperar a tiempo y a destiempo.


Algunos textos bíblicos para profundizar en la reflexión

María cantó con estas palabras : « Dios derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. […] y a los ricos los despide vacíos »(Leer Lucas 1, 46-56)


María, la madre de Jesús, sabía unir el amor y la ternura con la ardiente esperanza de un cambio radical.

Jesús dijo: « Aquel que viene en vuestra ayuda, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas y os irá recordando todo lo que os he dicho. »(Leer Juan 14, 15-31)


Jesús no nos deja solos. Antes de su muerte, aseguró a sus discípulos su presencia para siempre, por el Espíritu Santo. Éste vive en nosotros, nos consuela, nos sostiene y nos inspira para vivir en seguimiento de Jesús, día tras día.

« Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque, delante del Señor, que ya llega, viene a traer justicia a la tierra. » (Leer Salmo 96)


Muchos salmos nos invitan a alabar a Dios. Los humanos no somos los únicos en cantarle, pues la creación entera participa en esta alabanza. Queremos proteger la creación no solo porque tenemos necesidad de ella para existir, sino porque formamos parte de ella y porque el hermoso proyecto de Dios se extiende a todo viviente.


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