TAIZÉ

Carta 2024

Caminar juntos

 

Durante los últimos 18 meses, nuestra comunidad de Taizé ha vivido una aventura de fe. Hemos preparado un “Encuentro del Pueblo de Dios” llamado “Together” / “Juntos”(1) en colaboración con representantes de movimientos, comunidades y
organizaciones de muchas iglesias cristianas. Partiendo de una intuición expresada por hermano Alois (2) en la apertura del Sínodo sobre sinodalidad de la Iglesia Católica, la preparación de “Together” nos ha llevado a intensificar nuestra escucha de otros, buscando los dones presentes en las diferentes realidades eclesiales, así como entre personas de buena voluntad en la sociedad.

La vigilia ecuménica de oración, que tuvo lugar en la plaza de san Pedro en Roma, reunió más de 20 responsables de diversas iglesias invitadas por el papa Francisco, así como todos los participantes de la XVI Asamblea general del Sínodo de los
obispos de la Iglesia Católica y 18.000 personas de todo el mundo y de todas las generaciones, de los cuales 4.000 eran jóvenes venidos para el programa del fin de semana y fueron acogidos por las parroquias de Roma. Al mismo tiempo, hubo encuentros en 222 lugares distintos en todo el planeta para orar en comunión con esta vigilia.

Con retrospectiva, ¿cómo podemos comprender esta experiencia? ¿De qué modo abre un futuro para caminar juntos entre cristianos? “Tenéis solo un maestro, y todos vosotros sois hermanos y hermanas” (Mateo 23, 8), dijo Jesús. ¿No somos todos los cristianos hermanos y hermanas unidos en una comunión aún imperfecta pero sin embargo bien real? ¿No es Cristo mismo quien nos llama y abre un camino para avanzar con él como compañeros de viaje, junto con los que viven en los márgenes de nuestras sociedades? En este viaje, en un diálogo que reconcilia, queremos recordar que nos necesitamos mutuamente, no para imponer nuestras opiniones, sino para contribuir a la paz en la familia humana (3)
.
En el agradecimiento por este creciente sentido de comunión, podemos encontrar el impulso que necesitamos para afrontar los retos de hoy, tales como el grito de la tierra y las polarizaciones que fracturan la familia humana. En el encuentro y la mutua escucha, caminemos juntos como pueblo de Dios. ¿Qué puede significar para nosotros redescubrir la escucha de otras personas? ¿Estamos dispuestos a comprender, antes que a rechazar, los miedos que puedan expresarse?

En mi viaje de regreso de Roma a Taizé, me detuve en Liubliana, la capital de Eslovenia, lugar del 46º encuentro europeo de jóvenes animado por Taizé (4), para encontrarme con el equipo internacional de preparación compuesto por jóvenes
voluntarios, hermanos de Taizé, hermanas de San Andrés y amigos eslovenos. Las reflexiones que siguen, sobre el tema “Caminar juntos” son en gran parte el fruto de nuestras conversaciones de aquellos días.

Gracias a mis hermanos, a las personas que han contribuido a este mensaje y a todos los y las que compartirán este camino.

Con los mejores deseos para todos vosotros,

hermano Matthew


En Liubliana, escuché a alguien decir: “Hoy en nuestras sociedades, las personas sin hogar no son solo aquellas que carecen de una casa material. Para muchos se trata de una realidad interior. Pero la búsqueda de procesos de seguridad interior puede a veces resultar en procesos mentales que crean aún más aislamiento”. Otro se preguntaba: “Si caminamos juntos, ¿qué nivel de acuerdo previo necesitamos para echar a andar? Existe el peligro de las frases vacías que esconden el hecho de que simplemente nos toleramos. Pero cuando nos abrimos al diálogo, asumimos un riesgo.” ¿A dónde nos llevan estas preguntas?

Escuchar

En el corazón de todo diálogo está la escucha. Moisés dijo al Pueblo de Dios: “Shemá Yisrael” – “Escucha, pueblo mío” – (Deuteronomio 6,4) y estas palabras dieron nombre a su oración cotidiana. Siglos más tarde, la regla de san Benito de Nursia5 comienza con las palabras “Escucha con atención”.

Escuchar es un acto de amor. La escucha está en el corazón de toda relación de
confianza. Sin escucha, poco puede crecer o desarrollarse. Ninguna relación puede
funcionar sin ella. Cuando escuchamos al otro desinteresadamente, le damos el
espacio para ser. Le permitimos expresar lo que necesite expresar, a veces incluso
aquello que no puede decirse con palabras.

Y en el corazón de la escucha está el silencio6 . La Biblia nos ofrece muchos ejemplos de esto. Elías se encuentra con Dios en el soplo ligero del silencio, antes que, en el terremoto, la tormenta o el fuego (1Reyes 19,11‐13). María, la hermana de Marta, se sienta a los pies de Jesús y le escucha (Lucas 10,39) (7) . “Tú me has abierto el oído”, dice una antigua oración bíblica (Salmo 40,6).

Hoy a menudo tenemos la impresión de que quien grita más fuerte es quien gana.
La violencia parecer estar aumentando en tantos lugares que ya no sabemos hacia
dónde mirar. Pero Dios nunca es el autor de la violencia (8) y nunca se impone. “Voy a
escuchar lo que dice el Señor: Dios anuncia la paz” (Salmo 85,8).

¿No es el camino a seguir el de intentar escuchar y comprender al otro? Lejos de
hacernos dóciles o de impedir que denunciemos la injusticia, un “corazón que escucha” (1 Reyes 3,9) nos permite tomar decisiones valientes y creativas, enraizadas
en lo profundo de nuestras convicciones más íntimas, allí donde Dios está más cerca
de nosotros de lo que nos atrevemos a esperar…

Caminar

Caminando por la vida, ¿somos turistas o peregrinos? ¿Viajamos para observar las
cosas desde fuera o nos impulsa una sed interior que nos lleva a avanzar? El
peregrino, incluso sin ver el final de su camino, busca un sentido a cada paso del
viaje, percibiendo intuitivamente la dirección. Pero un camino sin una meta puede
convertirse en un vagabundeo errante9.

Cuando esto sucede, ¿recordaremos que Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad y
la vida” (Juan 14,6)? Caminar con él significa mantener unidas estas tres realidades.
Jesús en persona es el camino que seguimos, podemos confiar lo que dice y él mismo
nos conduce a una plenitud que no habríamos podido ni imaginar.

Jesús no excluyó a nadie de este camino. Enraizado en una comunión con Dios,
compartió su vida con todo aquel que viniera a él, tanto con los justos como con
los injustos. Reconoció la presencia de Dios en los y las que estaban en los
márgenes de la sociedad, en los pecadores y excluidos, e incluso en aquellos que
no pertenecían a su propio pueblo. Jesús les dio lo que tenía, y también recibió de
aquellos con quienes se encontraba. Su vida fue estimulada por sus retos y a
menudo enriquecida.

¿Nos invita Jesús, manso y humilde de corazón (10), a esta misma senda? ¿Estamos
dispuestos a buscar la generosidad de la humildad (11) para acoger lo que otros puedan darnos en este camino? Caminar juntos es la vida de la Iglesia y de la sociedad. Sin embargo, cada persona necesita espacio para expresar su creatividad y sus propias ideas. Pero estas nos son dadas para ser compartidas, para construir nuestra vida juntos en la Iglesia, en la familia humana. Las cuerdas de la guitarra están unas junto a otras, pero es cuando se tocan juntas, cuando producen un hermoso sonido…

Estar con otros

No es siempre fácil estar junto con otros. Cada uno lleva sus heridas. A veces nos
hemos herido mutuamente.

Estar con otros es escucharlos. Darles tiempo y espacio para que nos cuenten su
historia (12). Escuchar significa aceptarlos en su diferencia. Podemos no estar de acuerdo o incluso podemos tener otra visión del mundo. Pero lo asombroso es que cuando escuchamos, cuando dejamos que el otro nos cuente su historia, muy a menudo descubrimos nuestra común humanidad. Las diferencias no son tan grandes como imaginábamos. La unidad en la diversidad es de hecho posible13. Y quizás los que ansiamos ser seguidores de Jesús nos asombremos de descubrir que existe ya una unidad en Dios y en Cristo (Juan 17,21‐23) mucho más allá de nuestras expectativas.

Pero cuando otros nos cuentan hasta qué punto están heridos, o incluso cómo los
hemos herido nosotros, ¿nos atreveremos a acoger su palabra en nuestro corazón?
Podemos caer fácilmente en mecanismos de autodefensa. Y desistimos de escuchar,
tratamos de protegernos o de proteger nuestro punto de vista. ¿No implica la
compasión del corazón estar dispuestos a tomarnos en serio el sufrimiento del otro?
Quizás a veces sufrir juntos puede abrir un camino en el que podemos estar juntos,
incluso cuando no seamos capaces de dejar atrás ese sufrimiento (14).

A veces necesitamos aceptar dar un paso atrás. En esos momentos, podemos
confiarnos al Espíritu Santo y pedirle que nos enseñe lo que necesitamos saber (15). Esto significa tener la humildad suficiente para no querer imponer nuestros propios
ideales sino acoger lo que otra persona pueda aportarnos (16).

Y no debemos nunca abandonar la esperanza (17). El apóstol Pablo, sobrecogido por
el amor infinito de Jesús resucitado después de haberse opuesto ferozmente a él,
nos asegura que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones a través
del Espíritu Santo que se nos ha dado (Romanos 5,5). Podemos contar con esta sutil
presencia incluso cuando no la sintamos. ¿No renacerá entonces la confianza dentro
de nosotros, por frágil que sea, para darnos la suficiente luz como para dar el
siguiente paso junto con Dios y las personas que se nos son confiadas?

Permanecer con Dios, permanecer con los demás

Caminar toma tiempo – incluso toda una vida – al igual que la escucha toma tiempo
para que las relaciones puedan crecer. Quizás sea ahí que la resiliencia paciente y la
fidelidad entren en juego.

Caminar con otros, caminar con Dios. Para muchos de nosotros, estas realidades son
inseparables. Necesitamos ambas (18)

Como sarmientos que crecen a partir de la viña, Jesús nos invita a permanecer en él
como él permanece en nosotros ver (Juan 15). Permanecer implica algo que dura en
el tiempo. Lo que se nos pide no es solo el compromiso de un momento, sino
permanecer en él durante toda nuestra vida. Solo a través de esta permanencia,
podemos seguir creciendo y dar fruto.

¿Cuál es el fruto? Jesús continúa diciendo “Amaos unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por aquellos que ama”. Caminar sobre esta senda significa asumir el riesgo de darlo todo para seguir a Jesús, para que, con total libertad, podamos amar hasta el fin. El amor del Evangelio no es solo afecto, sino el don de sí a los demás. Este es el camino de nuestra vida mediante el cual pasamos de ser siervos a amigos de Cristo.

El fruto madura en vidas vividas plenamente. Crece naturalmente cuando
permanecemos en Cristo y vivimos por su vida como sarmientos que reciben vida
de la vid. Hay una plenitud de alegría que podemos descubrir al abrazar el reto del
Evangelio. ¿Estamos dispuestos?

Caminar juntos en el mundo de hoy

Frente a los desafíos de hoy y de nuestra propia fragilidad, como ya hemos dicho,
algunos se sienten a veces como personas sin hogar. Vemos que la Creación de Dios
está herida y de ella forma parte nuestra herida familia humana. El sufrimiento puede
transmitirse de generación en generación en pueblos que han sido explotados y
humillados. Conocemos familias que han sido desgarradas por el conflicto y la guerra.
Reconocemos también que hay vidas que han sido dañadas por personas que
profesan el nombre de Cristo en la Iglesia, también en nuestra comunidad de Taizé (19).

Sin embargo, ¿no hay una llamada a afrontar juntos estos desafíos? Un proverbio
africano dice: “Lo que hace que un largo camino parezca corto es caminar juntos”.
En la “gran migración” de la vida salvaje entre el Serengeti y Masai Mara, los jóvenes
terneros tienen que contar con la fortaleza de los adultos para cruzar el río y escalar
la orilla. También para nosotros, hay veces en las que necesitamos que nos lleven. O
aprender a aceptar que nos lleven…

Y cuando afrontamos juntos tales desafíos, pueden darse experiencias de belleza, de
trascendencia, que nos ayudan a descubrir la chispa que nos hace partir de nuevo
con nueva vitalidad (20).

En el día de la resurrección de Jesús, dos de sus amigos se alejaban de Jerusalén,
ciudad en la que había sido ejecutado (Luke 24,13‐35=. Pero mientras caminaban, un
extranjero se les unió. Cuando más tarde se sentó a la mesa con ellos, comprendieron
que estaban experimentando a Jesús. Los extranjeros pueden ayudarnos a discernir
la presencia de Cristo y a comprender de nuevo que él permanece siempre con
nosotros.

“No tengáis miedo”, susurra en nuestro corazón, “estoy con vosotros, todos los días
hasta el fin de los tiempos” (Mateo 28,20). ¿Sabremos escuchar esta promesa?

Como la levadura mezclada con la harina (Mateo 13,33), aunque con medios pobres
y quizás sintiéndonos pequeños, ¿nos atreveremos a partir de nuevo no solos sino
con otros, mutuamente enriquecidos al caminar juntos?


Notas

[1] Esta vigilia tuvo lugar el 30 de septiembre de 2023. Ver together2023.net para más información.

[2] El Hermano Alois, prior de Taizé desde la muerte de hermano Roger el 16 de agosto de 2005 hasta el 2 de diciembre de 2023. ¿Cómo podríamos expresarle nuestro agradecimiento por estos 18 años como Servidor de Comunión en nuestra comunidad, sus constantes esfuerzos ecuménicos y su deseo de buscar siempre caminos de solidaridad con las personas necesitadas?

[3] ¿Cuál es la llamada que Dios nos dirige ante los sufrimientos producidos por los conflictos de Ucrania, Palestina e Israel, Afganistán, Myanmar, Pakistán, Haití,
Nicaragua, Sudán y tantos otros lugares del mundo hoy?

[4] Del 28 de diciembre de 2023 al 1 de enero de 2024.

[5] San Benito de Nursia, (c. 480 ‐ c. 547 d.C.) fue el padre del monacato occidental. La regla que escribió fue adoptada por toda Europa a medida que se desarrollaban los monasterios y ha influenciado numerosas reglas monásticas ulteriores.

[6] Durante la vigila ‘Together’, el papa Francisco habló del silencio: “Esta tarde nosotros cristianos hemos permanecido en silencio ante el Crucifijo de San Damián, como discípulos a la escucha ante la cruz, que es la cátedra del Maestro. Nuestro silencio no ha sido vacío, sino un momento lleno de espera y de disponibilidad. En un mundo lleno de ruido ya no estamos acostumbrados al silencio, es más, a veces nos cuesta soportarlo, porque nos pone delante de Dios y de nosotros mismos. Y, sin
embargo, esto constituye la base de la palabra y de la vida (...) el silencio, en la comunidad eclesial, hace posible una comunicación fraterna.”

[7] En muchas culturas, sentarse a los pies de alguien o tocar sus pies es una forma de honrarles. ¿Qué podría significar para nosotros sentarnos a los pies de Jesús?

[8] La muerte de Jesús en la cruz nos muestra que Dios está con aquellos que sufren y nunca del lado de los autores del sufrimiento. Jesús lloró la muerte de su amigo Lázaro; y su resurrección nos muestra que la muerte y el sufrimiento nunca tienen la última palabra.

[9] A veces experimentamos tiempos en nuestra vida en los que no vemos ninguna meta, por distintas razones. Hay momentos en los que debemos aceptar que estamos en ‘tierra de nadie’.

[10] Ver Mateo 11,30. Cuando se apacigua nuestro corazón, ¿no es un signo de que
estamos caminando con Jesús? Lo contrario del amor no es la ira ni el odio, sino la dureza del corazón.

[11] La humildad no tiene nada que ver con la sumisión o la humillación. Por el contrario, requiere una gran fortaleza interior y nunca aplasta los dones o las cualidades de una persona.

[12] “El único modo de llegar a conocer nuestras historias es llegar a conocer a las personas, y que después, te cuenten su historia. (…) Historias, y especialmente canciones, nos ayudan a recordar. Es por esto por lo que cuento historias y canto en mi lengua Adnyamathanha, porque me ayuda a recordar quién soy. Me ayuda a recordar que estoy hecha a imagen de Dios y que Dios Creador ha hecho todas las cosas. Y me acuerdo de ello.” Aunty Denise Chapman, anciana Adnyamathanha y pastora de la iglesia protestante unida de Australia meridional. Tomado del libro Yarta Wandatha © 2014 Denise Chapman.

[13] De la pastora Anne‐Laure Danet: “Las divisiones no son lo mismo que la diversidad. No es la diversidad de las Iglesias lo que está en cuestión. Esta es normal, incluso necesaria, porque tiene en cuenta nuestras respectivas identidades: cultural, histórica, social, étnica, sexual, etc. Si bien estas identidades son secundarias, porque en Cristo “ya no hay judío y no judío, esclavo o libre, hombre o mujer” (Gálatas 3,28), sí existen y es en ellas que se encarna la existencia creyente. A partir del momento en el que permanecen secundarias, se convierten en riquezas al permitir ciertas porosidades. (...) Lejos de nivelar las identidades, las fortalecen y las refinan sin
separarlas, (...) al reconocer en el otro los dones y la acción del Espíritu Santo. Así permiten forjar una identidad compartida. Este es un paso adelante en el movimiento ecuménico, que ha pasado de la unidad en la diversidad (rechazando todas las formas de uniformidad) a la unidad en una diversidad reconciliada. (“La diversité en Église, de la division à l’enrichissement mutuel” dans Contacts ‐ Revue Française de l’Orthodoxie N°282 avril‐juin 2023)

[14] Ver san Máximo el Confesor: “Mostremos simpatía unos por otros y por la humildad curémonos mutuamente” (The Ascetic Life, 41; trans: Polycarp Sherwood osb, Newman Press 1953)

[15] Durante la vigilia de oración ecuménica “Together”, invocamos al Espíritu Santo con una antigua oración: “Adsumus Sancte Spiritus (Ante ti estamos, Espíritu Santo)” que se rezaba antes de los concilios ecuménicos desde los primeros siglos para pedir al Espíritu Santo que nos muestre el camino. Ver https://tinyurl.com/Adsumus

[16] “El ‘Reino de Dios’ no es el objeto de una visión ideal sino que está enraizado en la ‘realidad’. … Una visión que no está enraizada en la realidad de este mundo es una ilusión. Una ilusión es creada por la falta de capacidad o el rechazo a afrontar los problemas de la vida. Es una huida hacia el reino de lo irreal, fuera del mundo de la realidad” Choan‐Seng Song, teólogo taiwanés, en Jesus and the Reign of God, Fortress Press, 1993, p. 77

[17] En sus Revelaciones, la anacoreta inglesa del siglo XIV Juliana de Norwich escribió: “(Dios) quiere que sepamos que no solo se ocupa de las cosas nobles y más grandes, sino que también atiende a lo pequeño, bajo y simple, tanto a lo uno como a lo otro. Esto es lo que quiso decir cuando dijo: “Todo tipo de cosas estarán bien”; pues quiere que sepamos que las cosas más pequeñas no serán olvidadas…

[18] “Nuestro sentido de la presencia de Dios se deforma si no acertamos a ver la realidad de Dios en términos de la realidad de nuestro prójimo. Y nuestro sentido de la realidad de nuestro prójimo se desfigura si no lo vemos en términos de la realidad de Dios”. en Water Buffalo Theology, Orbis Books, 1974, p. 91

[19] Ver “Un trabajo por la verdad” Aceptamos que se trata de un proceso de aprendizaje permanente por el cual escuchamos a las y los que han sido heridos, reconocemos su sufrimiento y hacemos todo lo posible para ofrecer un entorno seguro para todos.

[20] San Agustín de Hipona: “Tarde te conocí, hermosura tan antigua y tan nueva: tarde te amé. Tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por de fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo (…) me tocaste, y deseo con ansia la paz que
procede de ti” (Confesiones 10.27.38)

Última actualización: 5 de enero de 2024

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