Cristo extiende su amistad a todos, sin rechazar a nadie. Los que a aman a Cristo sobre toda la tierra forman en su seguimiento como una gran comunidad de amistad. Se la llama comunión. Por ello, tienen una contribución que ofrecer para curar las heridas de la humanidad: sin querer imponerse, pueden favorecer una globalización de la solidaridad, que no excluya a ningún pueblo, a ninguna persona.¿Cómo puede participar cada uno?
Primera propuesta - Unirse a la comunidad local que ora
Amaos unos a otros, en este amor todos reconocerán que sois mis discípulos (Juan 13, 34)
En algunas ocasiones, por ejemplo en los encuentros internacionales, esta comunidad de amistad se hace visible. Pero estos acontecimientos son puntuales. En cada lugar, puede encontrarse una parcela de esta gran comunidad, aunque sea muy pobre. No es posible vivir la fe en solitario. La fe nace cuando hay una experiencia de comunión, cuando se descubre que en Cristo se encuentra la fuente de una unidad sin fronteras.
¡Si las comunidades locales (también llamadas parroquias), los grupos, las capellanías, se convirtieran cada vez más en lugares de amistad! Lugares acogedores en los que nos sostengamos mutuamente, donde estemos atentos a los más débiles, los extranjeros, a los que no comparten nuestras ideas…
Sugerencias para todos : una participación a la celebración del domingo, o también en otras actividades, incluso con personas que uno no ha escogido, ¿no permitiría hacer una experiencia de comunión?
Sugerencia para los responsables de la pastoral local : escuchar a los jóvenes, discernir y acoger lo que ellos pueden aportar a comunidad local, y sensibilizar a los mayores.
Segunda propuesta - Ensanchar la amistad más allá de las fronteras que nos limitan
Lo que hacéis con uno de los más pequeños, conmigo lo hacéis. (Mateo 25,40)
Jesús estaba atento a todos con los que se encontraba, sobre todo a los pobres, los niños, los que no contaban. En su seguimiento, atravesamos fronteras para unirnos a aquellos que están en necesidad. Emprendamos actos de solidaridad, junto con los cristianos de distintas afiliaciones, y también con personas que no comparten nuestra fe.
Sea pobreza material o espiritual, ser solidarios implica un compartir recíproco: cuando aportamos una ayuda, somos a menudo nosotros quienes recibimos.
Sugerencias para todos : ¿Por qué no elegir durante un año, en el vecindario, una situación y unas personas a quienes ofrecer una presencia amistosa, manifestar una solidaridad: excluidos, pobres, enfermos, discapacitados, niños abandonados, inmigrantes, desempleados…?
Sugerencia para los responsables de la pastoral local : ayudar a los jóvenes a encontrar situaciones en las que una solidaridad sea necesaria y posible.
Tercera propuesta - Compartir y orar regularmente con otros
Allí donde dos o más estén reunidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos. (Mateo 18,20)
Para algunos jóvenes, pesadas pruebas, abandonos, soledades, o bien la aguda conciencia de las injusticias en el mundo hacen a veces casi imposible la fe en Dios. Creer es siempre un riesgo: el riesgo de la confianza.
¿Con quién puedo caminar y reflexionar sobre mi fe?
Sugerencias para todos : más que permanecer solos con las propias preguntas, encontrar algunas personas con las que compartir, cada semana o cada mes. Leer juntos una página del evangelio u otra lectura. Tener una oración común con cantos, una lectura bíblica, un largo momento de silencio.
Sugerencia para los responsables de la pastoral local : animar y acompañar a estos pequeños grupos de compartir y oración, ayudarles a permanecer abiertos y acogedores de otros.
Cuarta propuesta - Hacer más visible la comunión entre todos los que aman a Cristo
Sois el Cuerpo de Cristo. (1 Corintios 12,27)
En nuestra ciudad, pueblo o región, hay personas que aman también a Cristo, pero de una manera distinta que nosotros. Llamarnos “cristianos” es llevar el nombre de Cristo. Recibimos nuestra identidad de cristianos por el bautismo que nos une a Cristo. Busquemos dar más visibilidad a esta identidad común, en lugar de subrayar nuestras identidades confesionales.
Cuando las diferencias parecen incompatibles, eso no es una razón para alejarnos. Durante su vida, Cristo cruzó las fronteras; sobre la cruz, extendió sus brazos de un lado a otro, entre aquellos que están divididos. Si los cristianos quieren seguir a Cristo y dejar que irradie la luz de Dios en el mundo, no pueden permanecer divididos. Es el Espíritu Santo quien nos une.
Sugerencia para todos : Vayamos hacia aquellos que son diferentes, otro grupo, otra parroquia, otro movimiento, otra confesión, una comunidad cristiana de inmigrantes. Hagámosles visitas, dejémonos acoger, invitémosles. Volvámonos juntos hacia Cristo en una oración sencilla, pongámonos “bajo el mismo techo” sin esperar que todo esté plenamente armonizado, anticipándonos así a la plena comunión.
Sugerencia para los responsables de la pastoral local : en la pastoral, hacer con los cristianos de otras confesiones todo lo que sea posible hacer juntos; no hacer nada sin tener en cuenta a los otros.