TAIZÉ

Textos bíblicos comentados

 
Las «meditaciones bíblicas» son propuestas para sostener la búsqueda de Dios en el silencio y la oración. Se trata de dedicar dos o tres horas para leer en silencio los textos bíblicos que se sugieren y que van acompañados de un breve comentario y algunas preguntas. Más tarde, reunidos en pequeños grupos en casa de uno de los participantes, se comparte brevemente lo que cada uno cree haber descubierto, pudiendo eventualmente finalizar el encuentro con un tiempo de oración.

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2024

marzo

Romanos 8,26-28 Buscar la renovación en la oración
Del mismo modo, el Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escruta los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios. Por otra parte, sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los cuales ha llamado conforme a su designio.

¿Rezar no significa eludir las propias responsabilidades y refugiarse en la paz y la tranquilidad de una iglesia para un agradable descanso espiritual? ¿No es más "cristiano" implicarse en algún tipo de acción solidaria al servicio de los demás? Por mi parte, creo que la oración puede realmente cambiar algo en el mundo. No porque la oración sirva para convencer a Dios de que haga lo que yo le pido, sino porque cambia a los que rezan.

La oración, en todas sus formas, es un encuentro. Ya sea la alabanza, la intercesión o la oración silenciosa, nos pone en relación con Dios. Pero, a pesar de nuestra fe, a menudo no sabemos rezar. Nos fallan las palabras, o el silencio se vuelve árido y nos aburrimos. San Pablo nos recuerda que el Espíritu Santo viene a ayudarnos. El Espíritu reza por nosotros, reza en nosotros. En otras palabras, ¡nuestra oración es tan asunto de Dios como nuestro!

El Espíritu del que habla san Pablo, este Espíritu que ora por nosotros, es el soplo de Dios mismo. Es él quien hace al ser humano, moldeado de la tierra, un ser vivo (Gn 2,7). Es también el Espíritu por el que Dios creó el mundo, no sólo "en el principio" (Gn 1,2), sino también hoy. Creer que la oración cuenta empieza por creer que el Espíritu de Dios actúa siempre en el mundo y que también actúa en mí. Por el hecho de haber sido creado, estoy en relación con el Creador que desea la vida.

Nuestra primera tarea en la oración es identificar la obra del Espíritu en nosotros. Es más fácil decirlo que hacerlo. ¿Qué escuchamos exactamente cuando guardamos silencio en nuestro interior? ¿Mis estados de ánimo, mis emociones, mis propios pensamientos? ¿No se convierte la oración en una introspección que nos hace replegarnos sobre nosotros mismos? Fuera de nuestra relación con Dios, existe efectivamente este riesgo. Pero si creemos que el Espíritu de Dios crea vida en nosotros, la oración se convierte en un lugar para acoger y escuchar la Vida que no viene de mí, sino que viene a mí a través de un Otro. Entonces, ¿a qué debemos estar atentos?

El Espíritu de Dios, creador de vida, habla el lenguaje de la vida. El Espíritu habla a través de nuestros cuerpos, nuestros pensamientos, nuestros movimientos interiores, nuestros afectos y nuestros deseos. El Espíritu nos invita a vivir plenamente. Nos invita a amar como Dios nos ama. Nos da valor, fuerza y esperanza. Alivia y consuela. Vigoriza y entusiasma en el sentido más auténtico de la palabra. La tradición espiritual llama a todo esto "consolación". Cuando rezamos con la Palabra de Dios, escuchamos lo que me conmueve, cómo me toca la Palabra. También puedes rezar con tu vida, y estar atento a los movimientos interiores que producen los acontecimientos cotidianos, para luego preguntarte: ¿dónde y cuándo me siento verdaderamente vivo/a? Tratar de encontrar siempre consuelo puede convertirse en una brújula que nos ayude a orientar nuestras opciones hacia la Vida de Dios. En la oración, descubrimos poco a poco cómo Dios querría utilizar nuestras manos, nuestros ojos, nuestro corazón, nuestra capacidad de amar -en definitiva, toda nuestra persona que vive en el mundo- para estar él mismo presente en él. A través de la oración, nuestros compromisos y nuestro servicio se convertirán en lugares donde nuestra vida sintoniza con la vida de Dios.

En el Evangelio, Jesús invita a sus discípulos a descansar con él (Mc 6,30-32). Pero es con vistas a ser enviados de nuevo al mundo para servir y proclamar la buena nueva. La oración no es una evasión de nuestras responsabilidades. Al contrario, es la renovación que necesitamos para arraigar nuestras responsabilidades en la fe y en Dios. Nuestra oración no cambia a Dios, sino que Dios nos cambia a nosotros. Por eso, para los que aman a Dios, todas las cosas contribuyen a su bien.

- ¿Cómo entiendo el vínculo entre la fe/la oración y la vida cotidiana? ¿Cómo se manifiesta la fe en mi vida cotidiana?
- ¿Puedo dar un ejemplo de una situación en la que Dios me habló, me guió? ¿Cómo reconocí que venía de Dios?
- ¿Qué significa la oración para mí? ¿Cómo rezo hoy? ¿Ha cambiado mi forma de rezar con el tiempo?



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Última actualización: 1ro de marzo de 2024