Textos bíblicos comentados
marzo
Los israelitas se pusieron a llorar con ellos, diciendo: «¡Quién nos diera carne para comer! ¡Cómo nos acordamos del pescado que comíamos gratis en Egipto, y de los pepinos y melones y puerros y cebollas y ajos! En cambio ahora se nos quita el apetito de no ver más que maná». (El maná se parecía a la semilla de coriandro, y tenía color de bedelio; el pueblo se dispersaba para recogerlo, lo molían en la muela o lo machacaban en el almirez, lo cocían en la olla y hacían con él hogazas que sabían a pan de aceite. Por la noche caía el rocío en el campamento y encima de él el maná). Moisés oyó cómo el pueblo lloraba, una familia tras otra, cada uno a la entrada de su tienda, provocando la ira del Señor. Y disgustado, dijo al Señor: «¿Por qué tratas mal a tu siervo? ¿Por qué no he hallado gracia a tus ojos, sino que me haces cargar con todo este pueblo? ¿He concebido yo a todo este pueblo o lo he dado a luz, para que me digas: “Coge en brazos a este pueblo, como una nodriza a la criatura, y llévalo a la tierra que prometí con juramento a sus padres”? ¿De dónde voy a sacar carne para repartirla a todo el pueblo, que me viene llorando: “Danos de comer carne”? Yo solo no puedo cargar con todo este pueblo, pues supera mis fuerzas. Si me vas a tratar así, hazme morir, por favor, si he hallado gracia a tus ojos; así no veré más mi desventura». El Señor respondió a Moisés: «Tráeme setenta ancianos de Israel, de los que te conste que son ancianos servidores del pueblo, llévalos a la Tienda del Encuentro y que esperen allá contigo. Bajaré a hablar contigo y apartaré una parte del espíritu que posees y se la pasaré a ellos, para que se repartan contigo la carga del pueblo y no la tengas que llevar tú solo.
La emergencia climática es cada día más acuciante. Tenemos que afrontar un cambio radical en nuestra forma de vivir. Como los israelitas en el desierto, tenemos que afrontarlo juntos, como un grupo. Pero dentro de ese grupo se alzan voces opuestas. Algunos lamentan las comodidades del pasado y sugieren que no podemos volver a como eran las cosas.
Es difícil mantener el valor. Moisés dice: «Es demasiado para mí». Se siente solo, impotente, frente a esta masa de gente con la que se supone que debería trabajar y que, en cambio, parece ir en dirección contraria.
Dios escucha su grito. Le pide que observe a su pueblo e identifique a un cierto número de personas que comparten su esperanza en la tierra prometida. Debe descubrir que en este pueblo desanimado y desalentador, hay personas de buena voluntad con las que puede compartir su preocupación por el futuro. Moisés debe ajustar su mirada.
Una mirada que ya no está nublada por la frustración o la ira puede vislumbrar mejor los signos de esperanza. En su cólera, Moisés olvidó que podía contar con aliados entre su pueblo. La desesperación nos impide creer en los signos de esperanza... ¡y necesitamos esos mismos signos para poder esperar! ¿Cómo podemos salir de esta lógica? Por eso Dios mismo hace todo lo posible para unirnos. Es lo que hizo con Moisés.
¿Qué necesito para no ceder a la desesperación?
¿Qué tipo de ayuda espero de Dios en los momentos difíciles?
¿Quiénes son las personas de mi entorno que me dan esperanza? ¿De qué manera?