La oración cantada es una de las expresiones más esenciales en la búsqueda de Dios. Los cantos breves y repetitivos destacan el caracter meditativo. Con pocas palabras dicen una realidad fundamental, rápidamente captada por la inteligencia. Infinitameinte repetidos, esta realidad es poco a poco interiorizada por toda la persona. Los cantos meditativos nos abren también a la escucha de Dios. En una oración común, estos cantos permiten que todos los participantes permanezcan juntos en la espera de Dios, sin que el tiempo sea demasiado limitado.
Para abrir las puertas de la confianza en Dios nada reemplaza la belleza de las voces humanas unidas por el canto. Esta belleza puede hacer entrever «la alegría del cielo en la tierra», como expresan los cristianos de Oriente. Y una vida interior comienza a desarrollarse.
Estos cantos sostienen también la oración personal. Construyen poco a poco la unidad de la persona en Dios y pueden estar subyacentes durante el trabajo, las conversaciones, el descanso, uniendo la oración y la vida cotidiana. Incluso sin que nos demos cuenta, los cantos prolongan en nosotros una oración, en el silencio de nuestro corazón.
Los cantos meditativos editados en el cuaderno Cantos de Taizé son sencillos, pero su utilización en una oración comunitaria requiere una preparación. Para que la oración conserve su carácter meditativo, esta preparación se hace aparte.
Durante la oración es preferible no dirigir el canto, para que las miradas se dirijan hacia la cruz, los iconos o el altar (sin embargo, en una gran asamblea, dirigir con discreción un pequeño coro o algunos instrumentos puede servir de apoyo). En general, el animador del canto se coloca en la primera fila con quienes leen el salmo, la lectura y las intercesiones, no de cara a los participantes sino vuelto como ellos hacia el altar o los iconos. Para encontrar la nota inicial es aconsejable utilizar un diapasón o un instrumento musical. La persona que entona tiene también en cuenta el ritmo, que puede tender a ir más despacio. Cuando el número de participantes sea más importante es necesario utilizar un micrófono, preferiblemente móvil, para entonar y acabar los cantos (se terminan con un "amen" sobre la última nota. El o la que entonce los cantos puede mantener el canto de la asamblea cantando con un micrófono, sin imponer por ello su voz. Para una asamblea más amplia, una buena sonorización es capital; si es preciso, verificar la instalación antes de la oración común, y hacer un ensayo de las voces con todos los que utilizan un micrófono.
Los cantos en diversas lenguas son apropiados sobre todo para las grandes asambleas internacionales. En un grupo parroquial, abierto a todas las generaciones, es mejor elegir los cantos en el idioma local o en latín. Si es posible, dar a cada uno el cuaderno Cantos de Taizé o una hoja con los textos de los cantos. Integrar también un canto del repertorio local.
Instrumentos: la guitarra o un instrumento con teclado sostienen la estructura armónica del canto. Sobre todo sirven para mantener el tono y el ritmo exactos. El guitarrista debe utilizar un estilo clásico. Si no se oye bien, puede utilizar un micrófono. Además de este acompañamiento de base, existen acompañamientos para otros instrumentos.
Para más detalles, ver las diferentes ediciones de cantos de Taizé, los versículos para los solistas y los acompañamientos instrumentales.