TAIZÉ

Textos bíblicos comentados

 
Las «meditaciones bíblicas» son propuestas para sostener la búsqueda de Dios en el silencio y la oración. Se trata de dedicar dos o tres horas para leer en silencio los textos bíblicos que se sugieren y que van acompañados de un breve comentario y algunas preguntas. Más tarde, reunidos en pequeños grupos en casa de uno de los participantes, se comparte brevemente lo que cada uno cree haber descubierto, pudiendo eventualmente finalizar el encuentro con un tiempo de oración.

JPEG - 134.8 KB

2013

mayo

Mateo 11, 28-30: Una carga que nos aligera
Acudid a mí, los que andáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy tolerante y humilde de corazón, y os sentiréis aliviados. Porque mi yugo es blando y mi carga es ligera. (Mateo 11, 28-30)

En cierto modo, todos nosotros estamos cansados y sobrecargados. En lo profundo de nosotros se esconde una pobreza que, debido a que la tememos, nos oprime y nos abate. Con palabras de este pasaje, Cristo nos acoge en nuestra vulnerabilidad y no parece asustarse de ella. “Acudid a mí”, dice, como más tarde dirá “Dejad a los niños y no les impidáis acercarse a mí, pues el reino de Dios pertenece a los que son como ellos” (Mateo 19, 14)

Parece que Jesús quiere enseñarnos a ofrecer esta pobreza a Dios, pues sólo Él puede cubrirla con el manto adecuado. Al aceptar nuestras deficiencias, Cristo toma sobre sí lo aquello que nos duele de nosotros mismos.

Y la propuesta de Jesús va todavía más lejos: nuestros hombros no quedan libres por mucho tiempo. Una vez le hemos confiado nuestra carga, él nos da otra, que parece incluso más pesada. Jesús llama a esta nueva carga un yugo, que es el nombre que se da a la gran pieza de madera que une a dos bueyes entre sí para arar o remolcar algo.

Así pues, somos transportados de un esfuerzo solitario a otro común. Hacerse buey junto con Cristo es una imagen llamativa. Nos recuerda a aquella empleada por el profeta Isaías, la del siervo sufriente que carga con las culpas de los demás.

Trabajar de a dos, haciendo un esfuerzo conjunto: este gesto es el que nos conecta a Dios. Dios no sólo no teme nuestra pobreza, sino que además nos invita a emprender con él el gran proyecto de liberación que está llevando a cabo en el mundo al soportar las cargas de los demás, especialmente las cargas autoimpuestas que nacen del sentimiento de culpa.

Esta no es una tarea que podamos llevar a cabo por nosotros mismos. Cargar conmigo mismo a menudo me llevará a convertirme en una simple caricatura de mí mismo, tan inmerso en mis propias preocupaciones que llego a olvidarme de cualquier otra persona o, peor incluso, me convierto en una carga para otros. Según las palabras de Jesús, somos llamados más bien a desvestirnos de nuestras preocupaciones y a aceptar las de Cristo en su lugar, a cargar con un peso que, paradójicamente, nos alivia.

Este intercambio recuerda el significado mismo de la vida de Jesús. En los primeros siglos se atrevían a expresarlo así: “Cristo se revistió de nuestra humanidad para revestirnos de su divinidad”. De este modo, nos convierte en reyes cuya tarea más grandiosa es cargar con los pesos de los pequeños. Ofrezcamos, pues, nuestros hombros para que los seres humanos no sean ya más víctimas de sí mismos. Este es un servicio de reyes, el principio de la gran liberación. Es la venida del Reino.

- Si miro mi vida, ¿cuáles son las cargas de otros que soporto? ¿Están relacionadas con el “yugo” de Cristo?

- ¿Cómo podemos vivir de la mejor manera posible la dimensión de la preocupación por los demás que es parte de toda relación de amor?



Otras meditaciones bíblicas:

Última actualización: 1ro de mayo de 2025