Textos bíblicos comentados
diciembre
Jesús entró en Jericó y atravesaba la cuidad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era el jefe de los publicanos. Quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: “Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.” Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: “Se ha ido a alojar en casa de un pecador.” Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: “Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más.” Y Jesús dijo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido.”(Lucas 19, 1-10)
Alegría, sencillez y misericordia son palabras que el hermano Roger llamaba realidades, a las que regresaba una y otra vez a lo largo de su vida. Sentía que nos ayudaban a llegar al corazón del Evangelio, al corazón mismo de la realidad de Dios. Después de haber reflexionado estos dos últimos días sobre la alegría, hoy hablamos sobre la sencillez. ¿Cómo puede ayudarnos a acercarnos a la realidad de las cosas?
Empecemos examinando el Evangelio de esta mañana. El relato comienza de manera muy banal diciendo que Jesús pasa por Jericó y que había allí un hombre llamado Zaqueo, un jefe de los publicanos (recaudadores de impuestos) y que era rico. Un jefe de los publicanos era alguien que trabajaba para los romanos, los invasores, y que era visto por la población local como un “colaborador”. Como además era rico, seguramente también era un corrupto. Pero el relato no entra en esas consideraciones. Sin más detalle nos dice lo que sucede. Y lo que sigue adquiere un tono mucho más humano, hasta conmovedor. Se nos invita a ver más allá de las apariencias, más allá de las primeras impresiones.
Zaqueo tiene muchas ganas de ver a Jesús, pero no puede debido a la muchedumbre; entonces corre delante de todos y, como un niño, sube a un árbol, para poder verlo pasar. Cuando Jesús llega a ese lugar, se detiene y, mirando a Zaqueo, lo llama por su nombre: “Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.” Puede que Jesús, al acercarse, preguntara a su alrededor quién era este hombre encaramado a un árbol. En cualquier caso, es motivo de gran regocijo imaginar a Zaqueo subido a una rama y ver cómo la alegría ilumina su rostro mientras baja a toda prisa.
Así, poco a poco toma forma ante nosotros una persona. Y es emocionante. Queda claro que Zaqueo busca algo más que ver a Jesús. Y éste no exagera diciendo que quiere alojarse en casa de Zaqueo. Le intriga mucho y desea visitarlo de verdad.
Inmediatamente la gente comienza a murmurar: “Se ha ido a alojar en casa de un pecador.” Como jefe de los publicanos, Zaqueo era una especie de paria. Estaba atrapado entre el poder imperial y una población descontenta, vivía en medio de la corrupción y su situación no tenía salida, era inextricable. De manera sorprendente, con las palabras más simples, Jesús se pone de su lado. En realidad la gente murmura contra Jesús, porque hace lo que nadie nunca habría hecho.
¿Cuándo se produce el cambio, mientras la muchedumbre murmura, o antes, cuando Jesús lo llama? Zaqueo ha cambiado. Al igual que Jesús, encuentra las palabras y los gestos que restablecen la relación con el prójimo. Así dice: “Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más.” De repente, Zaqueo ya no va a acoger solo a Jesús sino a muchos otros. Jesús abrió la puerta del corazón y de la casa de Zaqueo, trazó una amplia vía de acceso hacia él.
“Hoy ha llegado la salvación a esta casa," dice Jesús, "ya que también este hombre es un hijo de Abraham”. ¿Lo entiende la muchedumbre? ¿Lo comprendemos nosotros? Zaqueo es nuestro hermano.
¿Qué nos ayuda a ver más allá de las apariencias y de nuestras primeras impresiones, a relacionarnos con los que son distintos? ¿Puede ayudarme el ejemplo de la sencillez de Jesús?
¿Qué puede llevarme a compartir lo que tengo con otros? ¿Qué diferencia implica el hecho de reconocerlos como “hermanos” y “hermanas”?