TAIZÉ

Textos bíblicos comentados

 
Las «meditaciones bíblicas» son propuestas para sostener la búsqueda de Dios en el silencio y la oración. Se trata de dedicar dos o tres horas para leer en silencio los textos bíblicos que se sugieren y que van acompañados de un breve comentario y algunas preguntas. Más tarde, reunidos en pequeños grupos en casa de uno de los participantes, se comparte brevemente lo que cada uno cree haber descubierto, pudiendo eventualmente finalizar el encuentro con un tiempo de oración.

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2021

febrero

Marcos 4,35-41 Todos en la misma barca
35 Al atardecer de ese mismo día, les dijo: «Crucemos a la otra orilla». 36 Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. 37 Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. 38 Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. 39 Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?». Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio! ¡Cállate!». El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. 40 Después les dijo: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Cómo no tenéis fe?». 41 Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen». (Marcos 4, 35-41)

Estar en una pequeña barca en el mar puede ser algo tranquilo y refrescante. Controlas tu entorno más cercano. Estás fuera del alcance del ajetreo del mundo, y nada interrumpe tu línea de visión hasta el horizonte. Si llega una tormenta, sin embargo, de repente el barco se revela como ridículamente diminuto y frágil, rodado de un caos que amenaza la vida.

Algunos de nosotros hemos experimentado las dos cosas, tanto el pacífico refrigerio como la incerteza incontrolable, durante las restricciones a los desplazamientos impuestas en la mayor parte del mundo durante este año. Pero muchos, especialmente los pobres, han experimentado mucho más la amenaza que devasta sus vidas que la tranquilidad. Como dijo el papa Francisco, démonos cuenta de que estamos todos en la misma barca, y que la humanidad necesita urgentemente encontrar una solidaridad sin precedentes.

Somos la primera generación que se da cuenta claramente de que nuestro planeta es, en su conjunto, como una pequeña barca, y que el modo en el que la humanidad está viviendo en ella la está dañando, y este daño puede convertirse en algo irreparable. La misma solidaridad que conduce a la justicia humana nos mostrará también los caminos para cambiar esto juntos.

Jesús pide que crucemos el lago hacia el otro lado. Es su primera visita a un territorio habitado por no-judíos, el primer signo claro de que su vida va a traer un cambio no solo para Israel, sino para todo el mundo. La tormenta que se desata en el lago representa la barrera que Jesús tiene que sobrepasar para llegar a todos, como un avión que atraviesa la barrera del sonido.

Otro hombre a quien Dios le dijo que fuera a predicar la conversión a gente más allá de Israel fue el profeta Jonás. Se embarcó en una nave para huir de Dios. En esa barca también él se durmió profundamente durante una tormenta hasta que otros le despertaron. Le arrojaron por la borda, y su resurgir después de tres días en los que se le daba por muerto es un signo que según Jesús apunta a su propia muerte y resurrección (Mateo 12, 38-40).

Por supuesto, este relato es también sobre cómo los discípulos no comprenden totalmente quién es Jesús. Aunque esto sea así, ellos fueron, no obstante, tan fuertemente atraídos hacia él, que lo habían dejado todo y le habían seguido.

En la medida en que podemos decir, los discípulos no despiertan a Jesús porque piensen que él pueda cambiar la situación. Las palabras que salen de sus bocas son: «¿No te importa?» En una situación en la que ellos piensan que van a morir, se hace urgente saber si realmente contaban para Jesús, o si le eran realmente indiferentes. Marta dijo también las mismas palabras a Jesús: «¿No te importa que mi hermana me haya dejado todo el trabajo?» (Lucas 10, 40). Cuando tratamos de seguir a Jesús, habrá veces en las que seamos dejados en la vulnerabilidad, heridos o en peligro, y que algo similar brote desde nuestro interior. Lo importante es abrirlo en oración, como hicieron los discípulos y Marta.

Cuando Jesús habló y todo volvió a la calma, les preguntó: “¿Por qué tenéis miedo?”. No: ¿Por qué tuvisteis miedo?”, sino por qué tenéis. Les pide reflexionar no solo en su impotencia cuando son confrontados por el terror de la tormenta, sino que les insta a darse cuenta más profundamente de quién es aquel a quien han escogido seguir.

Jesús dice a la tormenta: “¡Silencio!” y, al ver el efecto de sus palabras, los discípulos dicen unos a otros, “¿Quién es este?” Aunque las palabras en las lenguas originales no se corresponden exactamente, podemos meditar en nuestros corazones las palabras del Samo 46: “Guarda silencio, y conoce que Yo soy Dios” (Salmo 46, 10).

- ¿Qué puedo hacer para contribuir a la construcción de la solidaridad?

- ¿Qué dificultades (tormentas) afrontaré si empiezo a construir comunidad con personas fuera de mi zona de confort?

- ¿Quién podría estar viéndonos y pensando, «¿Es que no les importa?» ¿Cómo podemos responder?



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Última actualización: 1ro de mayo de 2025