TAIZÉ

Hermano Alois

2022 Llegar a ser artesanos de unidad

 

Hacer crecer la unidad, crear lazos: este es uno de los grandes desafíos de
nuestro tiempo.

El período actual está en efecto marcado por evoluciones contradictorias.
Por un lado, la humanidad toma conciencia cada vez más claramente de que
está interconectada y ligada a toda la creación. La pandemia nos lo ha hecho
percibir de nuevo: somos una sola familia humana, sufrimos ciertas pruebas
juntos, y solo juntos podemos superarlas.

Por otro lado, las polarizaciones se agravan a nivel social, político y ético, y
provocan nuevas fracturas en las sociedades, entre los países e incluso en las
familias. Los cristianos no son inmunes a estos antagonismos. Entre las Iglesias
y también en su seno, las diferencias se endurecen y se convierten en divisiones,
justo en el momento en el que nuestro testimonio de paz, con toda nuestra
diversidad, sería vital.

A estos antagonismos se añade hoy, en algunos países, una enorme pérdida
de confianza en las comunidades cristianas, causada por la revelación de
agresiones sexuales y de abusos espirituales cometidos en su seno. Muchas
personas han visto traicionada su confianza. En Taizé, como en otras partes,
hemos llevado, en los últimos años, un trabajo de búsqueda de la verdad sobre
estas graves cuestiones. Y quisiéramos hacer todo lo posible para que Taizé sea
un lugar seguro para todos y todas ﴾www.taize.fr/protection﴿.

La Iglesia está llamada a ser un lugar de amistad para todos. Para este fin, una
conversión radical se impone hoy, por fidelidad al mensaje del Evangelio. Cristo,
por amor hasta el don de sí mismo, ha abierto una nueva fuente de donde
podemos sacar las fuerzas para elegir una vida de fraternidad, promover la
dignidad de cada ser humano, cuidar de la creación. Cristo nos pide ser, por
nuestra comunión fraterna, el signo que ha venido para unir a todos los
humanos en el amor de Dios.

Me gustaría que estas propuestas para 2022 nos inviten a interrogarnos: ¿qué
papel podemos desempeñar para hacer crecer la unidad en la familia humana
y con toda la creación, con los cercanos, en nuestras Iglesias y comunidades, y
hasta en nuestros propios corazones?

hno. Alois


  • Cada una de las seis propuestas está seguida de un texto para profundizar en la reflexión. Estas breves citas serán objeto de artículos en el sitio web, de podcasts y de talleres ofrecidos en Taizé.
  • Referencias y comentarios bíblicos serán publicados en línea para cada una de estas seis propuestas. Ellas inspirarán la selección de textos para las introducciones bíblicas en Taizé. Ver www.taize.fr/bible

Primera propuesta | La alegría de recibir

Todos nosotros podemos contribuir a un futuro de paz y de unidad en la familia
humana. Esto comienza por las relaciones que construimos entre unos y otros.
Cuidémonos mutuamente, en nuestras familias, entre los parientes y amigos,
sobre todo en tiempos de prueba.

La unidad de la familia humana crece también cada vez que nos abrimos a
aquellas y aquellos que vienen de horizontes diferentes al nuestro. ¿Podríamos
ir más hacia los demás, incluso hacia aquellos a los que, espontáneamente, no
nos acercaríamos? A menudo nos sorprenderíamos de recibir de ellos lo que
jamás hubiéramos imaginado.

No nos dejemos paralizar por nuestras dudas o por nuestros miedos, y una
alegría de recibir nos será dada. Es en relación con los otros como encontramos
nuestra identidad, y ellos pueden ayudarnos incluso a salir de momentos de
tristeza interior y dar un sentido a nuestra existencia.

En una de las parábolas que cuenta Jesús, una persona herida es ayudada por
un extranjero que pasa. Éste asume, por su gesto, el riesgo de ir más allá de las
fronteras étnicas, políticas y religiosas. Ese acto espontáneo por el que se hizo
prójimo del hombre herido, ¿no dio ese día sentido a su vida? Hoy también,
este “buen samaritano” es recordado y nos inspira ﴾Lucas 10, 29‐37﴿.

“Una de nuestras expresiones es Ubuntu – la esencia del ser humano. El Ubuntu habla particularmente del hecho de que no se puede existir como ser humano en aislamiento. El Ubuntu habla de nuestra interdependencia. No podemos ser humanos solos. Demasiado a menudo nos consideramos como simples individuos, separados los unos de los otros, pero estamos conectados y lo que hacemos afecta al mundo entero.” – Del arzobispo anglicano emérito Desmond Tutu, una figura en la lucha contra el apartheid y por la reconciliación en Sudáfrica

Segunda propuesta | Privilegiar el diálogo

Hacer crecer la unidad comienza por crear lazos de confianza. Pero, demasiado
a menudo, las relaciones humanas se ven amenazadas por la desconfianza. La
violencia verbal se usa cada vez más en el debate público y en las redes sociales,
y se instrumentalizan los miedos. ¿Cómo reaccionar ante tales aberraciones?

Podemos elegir escuchar y dialogar. No se trata de decirle al otro que
compartimos su opinión, si este no es el caso, sino más bien hacer todo lo
posible por continuar una conversación con los que piensan de modo diferente
a nosotros. Hagamos todo lo posible para evitar la ruptura del diálogo.

Tomemos la resolución de no colocar nunca una etiqueta sobre nadie, así como
de no transmitir jamás prejuicios. Nadie debería ser reducido a tal o cual de sus
acciones u opiniones. Y un desacuerdo, incluso si es radical, puede expresarse
sin agresividad, aunque deba admitirse que, a veces, ante ciertas situaciones
de injusticia, debe expresarse la ira.

Hay reflejos identitarios que agravan las brechas en nuestras sociedades, esto
es verdad también en las comunidades cristianas. En vez de definirnos en
oposición a otros, ¿no podríamos desarrollar una identidad y un sentido de
pertenencia que no excluya una apertura a otros?

“La amistad más verdadera y fraterna puede existir entre hombres que piensan diferente sobre temas esenciales. Esto comporta naturalmente un elemento de dolor, pero ello hace que el amigo nos sea aún más querido.” » – Del filósofo francés Jacques Maritain en 1970.

Tercera Propuesta | Fraternidad entre todos

Hacer crecer la unidad implica rechazar las desigualdades sociales. Algunas
polarizaciones tienen su origen en la exclusión sufrida o resentida por tantas
personas e incluso por pueblos enteros.

Seamos solidarios con cristianos de todas las Iglesias, con los creyentes de las
diversas religiones, con mujeres y hombres de buena voluntad que no creen en Dios, seamos solidarios con personas en precariedad, los excluidos, los migrantes cuyos itinerarios vitales han estado a menudo marcados por un gran sufrimiento.

Practicar la fraternidad comienza a nuestra puerta. Superemos las segregaciones,
creemos amistad. Y veremos que nuestros corazones se abren, se ensanchan, se hacen más humanos. ¿Somos conscientes de hasta qué punto nuestra manera personal de vivir puede tener un impacto incluso en el otro extremo del mundo?

Para los creyentes, practicar la fraternidad es inseparable de la fe. Jesús dijo: “Lo que hicisteis con uno de mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” ﴾Mateo 25, 40﴿. Por su venida al mundo, Jesucristo está unido a cada ser humano. Nos acercamos a él cuando vamos hacia aquellos y aquellas que fueron heridos por la vida; ellos nos hacen entrar en una relación más profunda con él.

“El mayor desafío de este momento es cómo realizar una revolución del corazón, una revolución que tiene que comenzar con cada uno de nosotros. Cuando comenzamos por ponernos en el lugar más bajo, por lavar los pies de los otros, por amar a nuestros hermanos y hermanas con un amor ardiente, esa pasión que condujo a la cruz, entonces podemos decir en verdad: “Ahora he comenzado”. – De la periodista estadounidense Dorothy Day, comprometida en la lucha por los derechos humanos, en 1963

Cuarta propuesta | Solidaridad con toda la Creación

Hoy, vemos más claramente la unidad de la creación. La interdependencia de todo viviente nos hace descubrir que somos de algún modo hermanas y hermanos de todos los seres. Para los creyentes, nuestro maravilloso planeta es un don que Dios nos confía y que debemos transmitir a la siguiente generación.

Vemos hoy hasta qué punto el planeta se ha fragilizado por la actividad humana. En los últimos tiempos, desastres medioambientales y fenómenos
climáticos extremos han repercutido en muchos lugares del mundo. A causa de estas crisis, cada vez más personas serán obligadas a abandonar su tierra, que se ha vuelto inhabitable. Y desde hace décadas, numerosos trabajos de investigación nos alertan sobre la destrucción de la biodiversidad.

Ante estas urgencias ecológicas son indispensables respuestas políticas,
innovaciones científicas y opciones sociales. Muchos jóvenes asumen compromisos valientes, pero es verdad que la frustración y la cólera acechan a
algunos de ellos – y es bien comprensible.

¡No perdamos el ánimo a pesar de ello! A menudo, a partir de “casi nada”,
comienza una transformación. Para los creyentes, la fe en Dios estimula al
compromiso y a la confianza en la capacidad de la humanidad para responder a estas crisis. Podríamos preguntarnos: ¿qué pasos concretos puedo dar yo, por humildes que sean, en el próximo futuro para comenzar una conversión ecológica o para profundizar en ella?

“Todos nosotros, seamos quienes seamos y estemos donde estemos, podemos desempeñar un papel en el cambio de nuestra respuesta colectiva a la amenaza sin precedentes del cambio climático y la degradación del medio ambiente. El cuidado de la creación de Dios es un mandato espiritual que requiere una respuesta de compromiso. Este es un momento crítico. El futuro de nuestros hijos y el de nuestra casa común dependen de ello.” – Mensaje conjunto del papa Francisco, del patriarca ortodoxo Bartolomé y del arzobispo anglicano de Canterbury Justin Welby, 1 de septiembre, 2021.

Quinta Propuesta | Pasión por la unidad de los cristianos

La búsqueda de la unidad es un desafío mayor para los cristianos. ¿Cómo
podríamos ser fermento de fraternidad si nos mantenemos en nuestras
divisiones? En Cristo, encontramos una fuente única de unidad ﴾Juan 17, 20‐21;
Efesios 2, 14﴿. Al dar su vida en la cruz, él llegó al extremo de un amor que
destruye el odio y las barreras entre los humanos.

El Evangelio nos llama a superar las divisiones y a dar testimonio de que una unidad es posible dentro de una gran diversidad. ¿No es esa una contribución prioritaria que los cristianos son invitados a ofrecer en vistas a la fraternidad en la familia humana? Un tal testimonio habla más que los discursos.

El Evangelio nos empuja a cultivar el arte de crear la unidad. Todos nosotros
podemos ser artesanos de unidad forjando lazos de escucha y amistad allí
donde nos encontremos.

En el diálogo entre las confesiones cristianas, las diferencias que perduran deben
tomarse en serio y las investigaciones teológicas son indispensables. Pero el
diálogo por sí mismo no conduce a la unidad visible.

Para avanzar, reunámonos más a menudo personas bautizadas de diferentes
Iglesias, en una oración común centrada sobre la Palabra de Dios. ¿Quién sabe?
El Espíritu Santo podría entonces sorprendernos. Descubriríamos que es Jesús quien nos reúne y que el amor de Cristo puede irradiar mucho más claramente cuando reconocemos humildemente lo que nos falta y cuando nos abrimos a lo que podemos recibir de otros.

“Se trata de aceptar dar y recibir los unos de los otros, no para caer en un relativismo dogmático, sino para alcanzar el punto en el que lo esencial de la fe apostólica pueda expresarse según líneas diferentes, pero convergentes. Y para el resto, esperar y aguardar una nueva efusión del Espíritu, estando preparados para
acogerla.” – De la teóloga ortodoxa Elisabeth Behr‐Sigel, en 1986

Sexta Propuesta | Dejar que Dios unifique nuestros corazones

Hacer crecer la unidad requiere un compromiso de todo nuestro ser, que
comienza en nuestro propio corazón. Con las palabras de un antiguo salmo, nuestra oración se eleva a Dios: “Unifica mi corazón para que adore tu nombre” ﴾Salmo 86, 11﴿.

Para caminar hacia una tal unidad interior, ¿no es necesario, a veces, seleccionar
nuestros deseos, aceptar que no podemos vivirlo todo? Si muchas posibilidades se abren ante nosotros, busquemos discernir cuáles son las que más conducen hacia la paz, la luz y la felicidad.

Hay en nosotros una sed profunda de comunión y de unidad, que viene de
Dios, y en la oración podemos expresarla. Incluso con muy pocas palabras,
permanecer en el silencio o a solas con Dios nos ayuda a buscar el sentido de la vida, y renueva nuestra disponibilidad a dejar que el Espíritu trabaje en nosotros.

Para encontrar la unidad del corazón, un camino es siempre posible: volver
nuestra mirada hacia Cristo Jesús, aprender a conocerle más, confiarle nuestras
alegrías y nuestras penas. Incluso en medio de las dificultades, incluso con muy
pocas certezas en cuanto al futuro, podemos así proseguir paso a paso nuestra
marcha, en la confianza de que, por el Espíritu Santo, Cristo resucitado siempre nos acompaña.

“Hacer silencio es escuchar a Dios; es suprimir todo lo que nos impide escuchar u oír a Dios; es escuchar a Dios dondequiera que exprese su voluntad, en la oración y fuera de la oración propiamente dicha. Necesitamos el silencio para hacer la voluntad
de Dios, silencio prolongado por esa otra disposición de nosotros mismos que tanto amputamos... o que despreciamos por ignorancia: el recogimiento. Necesitamos “recoger” las trazas, los índices, las invitaciones, las órdenes de la voluntad de Dios, como el cultivador recoge su cosecha en la granja, como el sabio recoge el fruto de una experiencia.” – De la escritora y asistente social francesa Madeleine Delbrêl, en 1968.
Última actualización: 29 de diciembre de 2021

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