TAIZÉ

Chile

Armando una historia con Cristo

 
Melany Hernández es una joven chilena del barrio de La Legua en Santiago. Su relación con Taizé es de larga data y a pesar que nunca estuvo en la colina, los dos encuentros latinoamericanos (de Cochabamba 2007 y Santiago 2010) han marcado profundamente su camino de fe.

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Creciendo

La historia es un poco larga, con muchos actores, algunos de ellos protagonistas otros secundarios, pero todos importantes al fin y al cabo, ya que todos ellos armaron esta historia con Cristo.
De igual manera, es relevante, a mi parecer, mencionar la cuna que me vio nacer y ha sido parte de mi crecimiento tanto espiritual como social y a la que también le relaciono mi vocación: estudiar Trabajo Social en una universidad católica.

Nací en el seno de una familia tradicional y muy católica. Siempre he vivido bajo el alero de mis abuelos maternos en La Legua teniendo siempre, de un modo u otro, vínculos con la comunidad de San Cayetano de La Legua.

No es hasta los 14 años que en plena Caminata de La Solidaridad me sentí llamada al servicio en mi comunidad. Y eso ya significó un cambio enorme, desde conocer a mucha gente a redescubrir el espacio tan marginado de mi población. Es así como quise entrar a la comunidad de jóvenes.

No fue hasta que escuché hablar de Alberto Hurtado y su concepción de Solidaridad en la Iglesia, en la Educación y en la Sociedad actual que me di cuenta o por lo menos me hice un poco más consciente de lo que Cristo y su Vida significaban para mí, y a partir de eso lo que yo estaría dispuesta a hacer por Él, sin caer en el voluntarismo o en el accionar, ya que para mí la reflexión comunitaria y la oración se han convertido en un pilar fundamental de mi accionar como cristiana.
Durante todo este proceso estuvo siempre presente de manera oral "Taizé". Había momentos de recogimiento en un ambiente que invitaba a la intimidad comunitaria con cantos simples. Después descubriría su riqueza con todo lo que conllevaba.

"Sueño de Bolivia y Taizé

Pasado el tiempo, en el año 2007, conformando el equipo de animadores y animadoras de la Comunidad de Jóvenes, en La Legua se gestó el "Sueño de Bolivia y Taizé". Todo lo que conllevó ese viaje me permitió vislumbrar la riqueza de mi comunidad, de mis compañeros y compañeras de vida y su ayuda y sacrificio para que nosotros, siete jóvenes de la Comunidad, fuésemos... y lo hicieron con esa alegría y amistad que caracteriza a los y las jóvenes en general.

Era un año complejo para Chile y Bolivia, las relaciones bilaterales estaban al borde del colapso por la salida al mar de Bolivia, además se escuchaban fuertes juicios xenofóbicos de ambas partes. Viajé con miedo, pero finalmente ¿quién era yo para decirle que no al Señor?
A nuestra llegada a la comunidad de San Rafael en Cochabamba, lo primero que nos preguntan es de dónde somos... contestamos temerosos y un poco tímidos "de Chile". Fue la mejor sorpresa del mundo. La señora Helena, nuestra madre adoptiva posteriormente, dice con sorpresa "¡Oh, de Chile! ¡Vénganse para mi casa!". Si para ella fue sorpresa que fuéramos de Chile. Para nosotros fue que nos recibieran así, de ese modo tan generoso, tan amable, tan de madre... ¡tan de Cristo!

Estar en Cochabamba significó conocer, ver nuevas perspectivas, comer otras comidas, ver rostros con características que no nos eran tan diferentes... ¡vernos hijos e hijas del mismo Padre!
¡Y la oración! construir una identidad latinoamericana, ver que había gente de muchos lados del mundo y que no importaba ni el color de la piel, ni la raza, ni el lugar de dónde venías, ni siquiera el idioma era un impedimento, ya que estábamos todos comunicándonos por un lenguaje que va más allá de lo humano, sino que es humano y de Dios: el lenguaje del amor, el lenguaje de los hijos e hijas de Dios.
Al terminar el encuentro y saber que ya no vería a esas personas increíbles que habíamos conocido, el panorama se entristeció un poco.

Había que retomar el stress y la preocupación por la finalización del año: elección de carrera y PSU. Sin embargo, habíamos renovado fuerzas, las pilas se habían cargado... estaba (y sigue estando) la alegría de sabernos iguales ante el Padre y la alegría de haberlo vivido así. Finalmente, las fronteras las creamos los seres humanos. Además, había una esperanza... "el próximo encuentro de Taizé en Latinoamérica iba a ser en un país vecino"...

Principio de 2010: Encuentro de Taizé en Santiago de Chile...

...¡y con todo lo que conllevó! Terremoto, tsunami, reconstrucción, solidaridad, mineros, etc... Esta vez nosotros seríamos los dueños de casa. Nuestro acompañante Pablo era de Bolivia. ¡Qué alegría!
Taizé venía en una fecha un poco crítica para los estudiantes, pero no importaba nos jugábamos todo el empeño que habíamos puesto en el semestre en ese momento. Y La Legua se llenó de magia e interculturalidad. Llegó gente de Francia, Colombia, Brasil, México, Argentina, Iquique y Temuco. Además vivieron el Encuentro nuestros acompañantes, los hermanos franciscanos, Pablo y Felipe, y llegaron del Seminario Pontificio dos seminaristas, Francisco y Pablo. ¡Qué más regaloneados por el Padre! Además, las salidas a, paradójicamente, "Los Lugares de Esperanza" ¿en La Legua?... ¡Cómo me enamoré de mi espacio, ahí está Cristo Vivo! Y mi miedo era la barrera que me tenía cegada de la realidad que no se ve de la población y que no me permitía ver el otro escenario que no se conoce, ahí lo desnaturalicé y me asombré de ese espacio tan humilde, tan pobre y tan lleno de esperanza y del amor del Padre.

Además de todo el apoyo que nos brindó la misma comunidad de San Cayetano, acogiendo a los peregrinos, preocupándose por ellos, mostrándoles la vida sencilla legüina. Esto son tesoros de la vida que hay que compartirlos, definitivamente.

Es en la intimidad comunitaria y cantada que me he encontrado nuevamente con Dios Trino. Con el que me enseñó el valor del dolor y el valor de la pobreza tanto a nivel social como a nivel privado. Todo esto caminando junto conmigo, junto con nosotros, junto con la comunidad.

Última actualización: 20 de junio de 2011