TAIZÉ

2004 Lisboa

 

La urgencia de la paz

‘Si en la actualidad realizamos una peregrinación de confianza a través de la tierra, con jóvenes de todos los continentes, es porque somos conscientes de la urgencia de la paz. Podemos contribuir a la paz en la medida en que intentamos responder, por medio de nuestra vida, a las siguientes preguntas: ¿Puedo llegar a ser portador de confianza allí donde vivo? ¿Estoy dispuesto a comprender a los demás cada vez más?’ Con estas palabras el hermano Roger se dirigía a los 40.000 jóvenes el 28 de diciembre reunidos para el vigésimo séptimo encuentro anual.

«Descubrí mi parroquia a la luz del encuentro»

Alrededor de 10000 familias de la región de Lisboa abrieron las puertas de sus casas para acoger a los participantes. Jóvenes en todas las parroquias de la región se movilizaron para anunciar el encuentro e invitar a dar hospitalidad. Marta, una joven de la parroquia de Alcanhões, escribe:

«Formo parte de un equipo de preparación que comenzó a reunirse desde el mes de abril de 2004. Cuando supimos que el encuentro tendría lugar en Portugal, como nuestra parroquia no está demasiado lejos de Lisboa, preguntamos a los hermanos si podíamos acoger. Como la respuesta fue positiva nos pusimos a trabajar inmediatamente. No éramos muchos al principio. Pero el equipo comenzó a crecer mientras iba pasando el tiempo. La mayoría de nosotros tiene entre 16 y 20 años de edad. Comenzamos reuniéndonos cada fin de semana. A la orden del día: sensibilización de las familias para que acogieran, invitación a los jóvenes para que se unieran a nuestro grupo de preparación, preparación de los distintos momentos del encuentro, organización del transporte desde la estación hasta la parroquia. Para este último punto, ofrecimos a la salida de la misa del domingo té y pasteles preparados por familias. A su vez, la gente participaba en los gastos de alquiler de un autobús. Tomamos la costumbre de ir el sábado por la tarde, de dos en dos, llamando a la puerta para anunciar el encuentro a la gente. Para nosotros, ¡el encuentro ya había comenzado! Conocimos realmente a las personas de nuestra parroquia y sus problemas. Descubrimos hasta qué punto es esencial tomar tiempo con las personas que se encuentran solas o que necesitan hablar.

Antes del encuentro nos reuníamos una vez al mes para rezar. Durante la preparación comenzamos a reunirnos una vez por semana. La oración nos alimentaba, daba un sentido al trabajo que había que hacer, respondía nuestras dudas y fortalecía nuestra debilidad.

Finalmente llegó el día 28 de diciembre, y con él los 120 jóvenes que íbamos acoger. Ese día y los siguientes fueron como un trueno. Estaba muy cansada, los problemas que había que resolver parecían imposibles de superar. Y sin embargo las personas que me asediaban de preguntas eran siempre simpáticas y nunca se indignaban contra nada que no funcionaba como previsto. Por ejemplo, una vez el tren se retrasó hora y media. En vez de enfadarse, las familias que estaban esperando a los jóvenes en la estación hicieron una fogata y una pequeña fiesta.

Sólo después del encuentro, en la reunión con las familias, comprendí que habíamos pasado a la etapa siguiente. En ese momento, me invadió una profunda nostalgia: ¿estaré viviendo algo parecido a lo que los jóvenes viven cuando van a Taizé? Lloran porque la semana se ha terminado como si todo el resto no contara...

Sintonizar mi vida con el ritmo de Dios

Tenía entonces que encontrar un sentido a todo ello. Y ahora veo el encuentro como algo que ha dado luz a lo que hemos descubierto durante la preparación.

Taizé me ha ayudado a ver mi vida de otra manera. Todo cambia cuando experimentamos el amor de Dios. A veces necesito intensificar los momentos de oración para que mi vida sintonice con el ritmo de Dios. Este encuentro me ha aportado algo nuevo. Siento que cambiar la vida en Alcanhões está al alcance de la mano. Ahora conozco esas pequeñas cosas que hacen feliz a la gente. Ahora me toca llevarlo a cabo.»

«Compartían con nosotros lo mejor que tenían»

Woytek, un joven polaco, permaneció varios meses en Lisboa para preparar el encuentro. Relata sus visitas al barrio de chabolas de Quinta da Serra:

«Quinta da Serra es un barrio pobre de Prior Velho que se encuentra en la periferia de Lisboa. Me impresionó mucho el lugar la primera vez que fui. A proximidad de varios bloques de viviendas para bajos ingresos, tenía ante mí un extenso barrio de barracas y de casitas de fortuna, ocupadas por inmigrantes africanos. Algunas de esas construcciones se encontraban completamente en ruinas. En los techos se encontraban amontonados toda una serie de objetos que habitualmente la gente tira: viejos neumáticos, sillas rotas, juguetes. Me dijeron que en esas casas vivían, en algunos casos, varias familias, a veces hasta treinta personas juntas.
Encontré a mucha gente durante mi primera visita. La gente mayor se encontraba sentada fuera, e íbamos saludándolas: «Olá», «Bon dia», «Tudo bem?». Conocían bien la persona que nos acompañaba, pues realiza un trabajo voluntario ayudando en el barrio desde hace años. Algunas mujeres cocinaban. En las callejuelas, una señora lavaba el cabello de una niña. Cerca de allí, un hombre reparaba un gran boquete en el techo de su casa. De lejos, se oía una música animada que venía de un grupo de jóvenes acompañados por perros con apariencia agresiva. Alguien me dijo que los combates entre perros no eran inhabituales.

¿Cómo se puede acoger a otros cuando la gente vive en condiciones tan difíciles?

En un momento dado vi detrás de una reja un gran póster coloreado pegado sobre la fachada de uno de los edificios. Era una invitación al encuentro de Taizé. Se podía leer en grandes caracteres las letras de la palabra «CONFIANZA». Sí, Prior Velho era una de las parroquias que se estaban preparando a acoger jóvenes durante el encuentro en Lisboa. ¿Pero cómo acoger a otros en Quinta da Serra cuando hay gente que vive allí en condiciones tan difíciles?

La peregrinación de confianza comenzó en Quinta da Serra con una oración regular. Cada semana, algunos jóvenes de ese barrio y de otra zona de la parroquia, junto con los sacerdotes y las hermanitas de Jesús que viven allí, tomaron la iniciativa de preparar regularmente una oración alrededor de la cruz. Un grupo de niños esperaba a la entrada del barrio a quienes venían de fuera y los conducían a través de callejones oscuros hasta una casa en el centro de Quinta. Todo había sido preparado de una manera sencilla y bella en una gran habitación. La habitación se llenaba rápidamente, sobre todo de niños, pero también de jóvenes y de personas mayores del barrio. Después de la oración alrededor de la cruz, nuestros anfitriones nos invitaban a una pequeña pero muy bonita fiesta. Compartían con nosotros lo mejor que tenían. Alguien había preparado un pastel, otros servían el té...

Veíamos que muchos de ellos, a pesar de sus condiciones de vida, tenían un gran deseo de acoger jóvenes en su casa. La comunidad de Quinta da Serra decidió finalmente utilizar el local de la asociación del barrio como dormitorio. Los jóvenes trabajaron afanosamente durante varias semanas corridas para preparar el lugar. Durante el encuentro, muchos de ellos acompañaron a los doce jóvenes franceses y polacos alojados allí. Algunos dormían con ellos en el local de la asociación. Cada día, las familias se turnaban para preparar el desayuno y la cena.

Después del encuentro volví a Quinta da Serra por última vez. Fue entonces cuando me di cuenta hasta qué punto Quinta era un hermoso lugar, hermoso por la belleza y por la sencillez de sus habitantes. Recibí mucho en Quinta da Serra, y estoy seguro de que allí algo continuará.

Última actualización: 19 de marzo de 2005