Hermano Alois, Praga, jueves 1 de enero de 2015
Hemos recibido una acogida generosísima. Me gustaría dar las gracias a las familias, a las parroquias, a los líderes de las Iglesias, a las personas que trabajan en la administración de la ciudad y de la región, ya que todos ellos han hecho posible que nuestro encuentro transcurra sin sobresaltos. Gracias por los colegios que habéis facilitado.
Es un motivo de gran alegría que el encuentro europeo una a cristianos de diferentes denominaciones, así como a personas que no comparten la fe en Cristo, pero que quieren ser buscadores de paz.
Cristo entregó su vida para unir a todos los seres humanos en una gran familia. Él llama a sus seguidores a ser una señal de su paz en el mundo. Es para constituir dicha señal por lo que la reconciliación entre los cristianos resulta tan urgente.
Una pregunta cuya respuesta los cristianos quieren conocer urgentemente es ésta: ¿cómo podemos mostrar a través de nuestras vidas que la unidad es posible a la vez que se respeta el pluralismo?
Siempre habrá diferencias entre los cristianos. Esas diferencias permanecerán como una invitación a mantener un diálogo franco; también pueden ser enriquecedoras. ¿Pero acaso no ha llegado el tiempo de dar prioridad a la identidad bautismal, común a todos nosotros, y que ya nos une en Cristo?
¿No deberían hoy las Iglesias cristianas atreverse a estar bajo un mismo techo, incluso antes de que se alcance un acuerdo acerca de todas las cuestiones teológicas?
Estos días, vosotros, las diversas Iglesias de Praga, nos estáis acogiendo a todos – protestantes, católicos y ortodoxos. Me siento particularmente emocionado por el hecho de que estamos viviendo esta señal de unidad en la tierra de Jan Hus, cuya muerte violenta será recordada durante el próximo año. Las responsabilidades por esa división de la Iglesia en el siglo XV son compartidas, pero su personalidad, de una gran integridad, nos lleva a todos al arrepentimiento y a reconciliarnos.
Cristo nos entrega la unidad cuando y como Él desea. Pero si no esperamos esa unidad todos juntos, ¿cómo nos va a hacer entrega de este regalo? Fue cuando se reunieron bajo un mismo techo, también con María, cuando los apóstoles recibieron el regalo del Espíritu Santo. Y el Espíritu Santo siempre nos une en nuestra diversidad.
¿Cómo podemos reunirnos bajo un mismo techo? Me gustaría realizar seis sugerencias:
En una comunidad local, podemos reunirnos bajo un mismo techo, vecinos y familias, como en “comunidades de base”, para orar juntos, ayudarnos los unos a los otros, y conocernos mejor entre nosotros.
Comunidades locales de diferentes confesiones están ya colaborando en el estudio de la Biblia, en la actividad social y pastoral, en la catequesis. Estas colaboraciones podrían ser intensificadas. Cada comunidad debería hacer todo lo que resulte posible con cristianos de otras denominaciones, y no hacer nada sin tener a los demás en cuenta.
Estamos todos juntos en esta hermosa catedral. ¿No podría la catedral o la iglesia principal, en muchas ciudades, convertirse en casa común de oración para todos los cristianos de la zona?
El diálogo teológico debe continuar. ¿No sería posible profundizar más y más en dicho diálogo en un contexto de oración común, y con la conciencia de que ya estamos juntos? Viviendo y rezando juntos, las cuestiones propiamente teológicas se plantean de diferente manera. Quizás uno podría decir lo mismo a través de la reflexión ética.
Todos los creyentes han recibido una parte del regalo pastoral consistente en cuidar unos de otros. La familia cristiana, que es la Iglesia, también necesita ministerios de unidad a todos los niveles. Un ministerio de comunión a nivel universal se asocia tradicionalmente con el Obispo de Roma. ¿No podría él ser reconocido como el siervo que cuida de la concordia de sus hermanos y hermanas en toda su diversidad? ¿No sería posible para las Iglesias imaginar diferentes modos de identificarse con este ministerio?
¿Acaso no deberían las Iglesias que enfatizan que la unidad en la fe y el acuerdo acerca de los ministerios son necesarios para recibir la comunión juntos, otorgar tanto peso a la armonía del amor mutuo? ¿No podrían ofrecer una hospitalidad Eucarística más amplia a aquellos que expresan su deseo por la unidad y la creencia en la presencia real de Cristo? La Eucaristía no es sólo la cubre de la unidad; es también el camino hacia la unidad.
Acordemos avanzar por un camino que no conocemos de antemano, basándonos en estas palabras de Isaías: “Guiaré a los ciegos por caminos que nunca han conocido”. Ponemos nuestra confianza en el Espíritu Santo para guiarnos por caminos que aún nos son desconocidos. Su inspiración nos prepara para ser auténticos testigos de comunión.
Hermano Alois, Praga, miércoles noche 31 diciembre 2014
Cuando llegasteis a Praga recibisteis las “Propuestas” para el año que empieza, centradas en la llamada de Jesús a ser la sal de la tierra. Él no dice “Debéis ser”, sino simplemente “Sois la sal de la tierra”. La sal está mezclada con la tierra de la humanidad. Cristo nos envía a todas partes para llevar la buena nueva del amor de Dios.
¡Qué maravilla! Dios no esparce su paz desde el cielo como por arte de magia, sino mediante nuestras vidas. Él deposita en nosotros su confianza. Él nos invita a ser fermento de paz dentro de la masa de la humanidad, esta humanidad trágicamente desgarrada por conflictos, armados o no.
Dios no espera de nosotros más que un sí a su amor. Un sí como el de María, valiente, que exprese toda nuestra confianza. Con ella, incontables otros testigos de Dios nos sostienen.
El hermano Roger formaba parte de esta multitud de testigos. Durante el próximo año lo recordaremos. En Taizé, además de los encuentros de cada semana, habrá otros dedicados a jóvenes que viven en comunidad y a jóvenes teólogos. La semana del 9 al 16 de agosto será la del “Encuentro para una nueva solidaridad”. ¿Por qué nueva solidaridad?
Nueva porque se trata de volver a tomar la decisión de vivir la solidaridad. Cada uno puede hacer de la fraternidad entre los humanos y entre los pueblos una prioridad, contribuir a ello con los dones que ha recibido. El esfuerzo, o hasta los sacrificios, que esto implica dan alegría y sentido a la vida.
También nueva porque nos enfrentamos a desafíos desconocidos: ¿Cómo entrar positivamente en la globalización, sin que signifique la opresión de los más pobres o de las minorias culturales? ¿Cómo vivir en un mundo cada vez más tecnológico? Entre las principales cuestiones se encuentran sin duda las migraciones y la ecología.
Nueva, finalmente, porque la solidaridad supone un cambio de nuestras mentalidades. Ayudar a los más pobres será siempre necesario. Pero el respeto de la dignidad de cada ser humano nos lleva a salir de una actitud asistencialista para vivir una reciprocidad. Los que son más pobres que nosotros tienen mucho que dar, ellos nos humanizan, a veces nos hacen comprender mejor el Evangelio en toda su profundidad.
En Taizé no tenemos soluciones ya hechas para estas preguntas difíciles. Nuestra comunidad querría más bien ofrecer una plataforma para la búsqueda, para encuentros entre personas e iniciativas diferentes. La escucha mutua puede hacer surgir proyectos, puede llevar a algunos a tomar decisiones trascendentales para su futuro.
El hermano Roger buscaba vivir la fraternidad, no quedarse en la teoría. Con 25 años empezó solo en Taizé, más tarde llegaron los primeros hermanos. Juntos se comprometieron para toda su vida. El hermano Roger nunca había imaginado lo que crecería a partir de aquella pequeña semilla. Su vida nos ánima a comenzar con casi nada.
Todos nosotros quisiéramos ser peregrinos de confianza allá donde vivimos. Efectivamente, es la confianza de la fe lo que ánima nuestra vida de cada día. Las grandes celebraciones, como nuestro encuentro de Praga, no son un fin en si mismas, sino que nos sostiene en nuestra marcha hacia adelante. Es por esto que estamos preparando otras etapas de la peregrinación de confianza para el futuro.
Después de los jóvenes de América, Asia y África, jóvenes de Oceanía quieren unirse a nuestra peregrinación. Las próximas etapas, ya bien pronto, en febrero, tendrán lugar en Australia y en Nueva Zelanda.
Dentro de un año y medio, en 2016, volveremos al continente tan cercano a Europa y, sin embargo tan mal conocido, África. Después de los encuentros de Kenya, seguidos de los de Rwanda, jóvenes de África del Oeste se reunirán, e invitan también a los de otros continentes a esta etapa de la peregrinación de confianza. Nos acogerán a principios de septiembre de 2016 en Benín, a Cotonou.
Y dentro de un año, a finales de 2015, habrá el próximo encuentro europeo. Iremos a un país del sur bien conocido por su cálida hospitalidad, pero que ahora pasa por dificultades económicas. Del 28 de diciembre al 1 de enero estamos invitados (...).
Hermano Alois, Praga, martes al atardecer, 30 de diciembre de 2014
Habiendo llegado desde todos los países de Europa, y también desde otros continentes, estos días estamos permitiendo que las palabras de Cristo nos inspiren: “Sois la sal de la tierra”. Y nos estamos fijando especialmente en cómo estas palabras nos animan a ser creadores de paz en la tierra.
¡Qué gran alegría ver nuestras vidas a través de esta luz! Nuestro encuentro europeo nos puede hacer más conscientes de la comunión universal que Cristo quiere crear entre los seres humanos. Dispersados como estamos por la tierra, podemos ayudar a que la paz de Dios brille en la humanidad.
Aquí en la República Checa, estamos recibiendo una acogida maravillosa. Ciertamente, los cristianos son una minoría. Pero también hay en este país una noble tradición humanista, enriquecida por el arte, la literatura, la pintura y la música. De este modo, tanto los creyentes como los no creyentes apoyan, juntos, una tendencia capaz de resistir el anodino materialismo que amenaza nuestras sociedades.
Los cristianos son aquí una minoría como lo son en muchas partes del mundo, y como lo eran también los primeros cristianos. Son la sal de la tierra, y no por buscar el poder o por imponer en la sociedad su visión, sino por buscar sencillamente la paz y por trabajar por la justicia en los lugares donde viven.
Me gustaría decirles lo siguiente a los cristianos checos: vosotros sois realmente sal de la tierra. Esto es tan cierto ahora como lo fue en el pasado. Nuestra Comunidad de Taizé mantiene vivo el recuerdo de los muchos testigos de la fe en vuestro país, quienes lucharon por la libertad y estuvieron dispuestos a pagar el precio con sus vidas. Estoy pensando especialmente en Maria y en Jiří Kaplan, que ya se han unido a Cristo en la vida eterna.
¿Sabéis vosotros, jóvenes europeos, que el Cardenal Duka, quien, como Arzobispo de Praga, junto con los líderes de otras Iglesias, ha apoyado enormemente la preparación de este encuentro, sabéis que él pasó tiempo en prisión a causa de su fe?
Quiero hacer mención también al Pastor Alfréd Kocáb, el primer checo que vino a Taizé con su mujer Darja en 1967. Durante muchos años se le prohibió ejercer su ministerio; trabajó atizando el carbón de la calefacción en un museo. En el sótano, junto al carbón, él se reunía en secreto con estudiantes de teología y daba clases, incluyendo una lección sobre San Juan de la Cruz. Él está ahora enfermo y no ha podido venir con nosotros, pero lo saludamos a través de la televisión.
Se han realizado varias propuestas concretas para el próximo año, jóvenes que tomáis parte en este encuentro europeo. Una de ellas es pasar media hora en silencio cada domingo por la noche, junto con otras personas, por la paz en el mundo.
Esta media hora está destinada, en primer lugar, a encomendar a Dios a los países y a las personas que padecen violencia. Es también un tiempo para acoger la paz de Cristo en nuestro interior, con el fin de prepararnos para ser, en los lugares donde vivimos, buscadores de paz y creadores de justicia.
El año pasado, nuestra peregrinación de confianza nos llevó a diversos países de América, incluyendo Cuba. Muchos jóvenes cubanos nos dijeron que se sentían muy aislados. Me pidieron que saludara a todos los jóvenes que estuvieran en Praga. ¡Pues bien, recibid cálidos saludos de los jóvenes de Cuba!
Estos jóvenes han escrito pequeñas plegarias de intercesión que querían confiaros. Al final de esta oración, recibiréis un papelito con una de estas intercesiones. Vuestra oración apoyará a la juventud cubana.
Y finalmente, algunas noticias. Se encuentran entre nosotros jóvenes procedentes de Rusia, de Bielorrusia y de Ucrania, que pertenecen a distintas iglesias. Junto con ellos sabemos que Cristo es nuestra esperanza, nuestra paz. Así que, algunos de mis hermanos, diversos jóvenes de diferentes países europeos y yo iremos en peregrinación para celebrar la resurrección de Cristo junto con ellos en sus respectivos países, durante la fiesta Ortodoxa de la Pascua, el próximo 12 de abril.
Un centenar de jóvenes de otros países pueden tomar parte de esta peregrinación en Rusia y en Ucrania. Aquellos de vosotros que queráis venir con nosotros a pasar bien cinco días en Moscú, bien cinco días en Kiev y Lviv, encontraréis información en la hoja que habéis recibido y podéis venir a hablar sobre ello mañana a las 17:00 en el Hall 6.
Mañana por la mañana, en grupos, reflexionaréis sobre estas palabras de Cristo: “Bienaventurados los que buscan la paz”, y pensaréis en los pasos concretos a emprender tanto cerca como lejos con el fin de crear paz.
Hermano Alois, Praga, lunes al atardecer, 29 de diciembre de 2014
Es motivo de gran alegría el estar aquí todos juntos en la República Checa, en el centro de Europa. Ya en este primer día, queremos dar las gracias a todos aquellos que habéis preparado una acogida tan generosa.
Ya celebramos un encuentro europeo aquí en 1990, un año después de la inolvidable “revolución de terciopelo”, ese momento de libertad, cuando las fronteras cayeron. En Taizé, y pienso que no estamos solos en esto, permanecemos agradecidos a las personas de la Europa Central y del Este por haber mostrado que lo inesperado era posible.
El recuerdo de esta gran liberación ofrece la esperanza de que aún hoy en día, a pesar de este momento de gran tensión existente en el mundo, un futuro de paz es posible. Nuestro encuentro demuestra claramente que entre todas las personas hay mujeres y hombres que quieren la paz.
Durante estos días vamos a orar por aquellos que sufren a causa de la violencia y la guerra – en Ucrania, Oriente Medio y en cualquier otro lugar. Los libaneses que están aquí con nosotros sobrellevan pacientemente las dificultades de su región. Su país acoge a miles de refugiados de Irak y de Siria. Me gustaría decirles lo siguiente: recordad que todos nosotros os tenemos cerca, tanto en nuestra oración como en nuestros corazones.
Durante nuestro encuentro de 1990, el Presidente de la República, Václav Havel, nos dijo: «La "peregrinación de confianza a través de la tierra” nos ayuda en la búsqueda de las fuentes de la fe y de los nuevos valores espirituales perdidos durante las décadas del régimen totalitario.»
¡Esto es todavía cierto hoy en día! Para vivir en paz y contribuir a la paz mundial, Europa debe construirse sobre relaciones económicas y políticas más cercanas, desde luego. Pero la motivación debe nacer de una fuente más profunda.
Para nosotros, esta fuente se encuentra en la paz que Cristo nos comunica. Queremos ser la levadura de paz en la humanidad. Para ello, es indispensable acoger la paz de Dios en nuestros corazones.
Durante los próximos meses, seremos guiados por las palabras del Evangelio: “Tú eres la sal de la tierra”. Cristo nos alerta: ¡aseguraos de que la sal no pierda su sabor! No debemos ceder al descorazonamiento ni al pesimismo.
¿Pero cómo podemos acoger la paz de Cristo que Dios quiere entregarnos? No siempre podemos sentir la presencia de Dios. Un creyente también experimenta la noche de la fe. Nuestra confianza en Dios puede mezclarse con la duda ante un misterio que se encuentra mucho más allá de nosotros.
¿Acoger la paz de Cristo no significa acaso tener una confianza sencilla en una presencia? Un niño puede mostrar esta confianza naturalmente. Nosotros, los adultos, la tenemos que escoger. Esta elección es realizada con todo nuestro ser, con la mente y con las emociones.
Nuestra confianza permanece frágil a lo largo de nuestra vida; crece cuando la compartimos con otros. Entonces es cuando puede haber momentos de luz, de claridad, de alegría. Entendemos que ésta es la presencia del Espíritu Santo, el Espíritu del Cristo Resucitado, que reside en nuestros corazones.
Estos días renovaremos nuestra fe en el Espíritu Santo, que transmite la paz de Cristo. No podemos guardar esta paz sólo para nosotros mismos; se convierte en amabilidad hacia los otros, en rechazo a las injusticias, y en un compromiso con todas nuestras fuerzas para hacer de la tierra un lugar en el que todos podamos vivir.
Hay grandes maneras de alcanzar la fuente de la paz de Cristo. Existe la oración, incluso cuando ésta es pobre. También existe la belleza: la de la naturaleza, la que nos es revelada a través del arte.
Para ser sal de la tierra, es indispensable mantener viva el “ansia de vivir”. ¿Pero cómo? Hablaréis sobre ello mañana por la mañana. Llenos de alegría y con toda nuestra energía, intentemos encontrar algunas respuestas. Jesús nos asegura: “Buscad y encontraréis”.